Osman rompe esquemas en esta ocasión. No es que se aleje de sus códigos pictóricos ni explore estilos distintos a los que le han encumbrado en el panorama artístico de la isla sino que ha quebrado esa cierta monotonía que pesaba sobre Santa Cruz capital, la ciudad inhóspita, difícil para ser trasladada al lienzo.
Pero el artista derrama su mirada poética sobre la ciudad monumental, hace volar la paloma hasta la exaltación de su simbolismo pacifista ahora que en otras latitudes callan las pistolas y las bombas. Esta paloma quiere ser como el pájaro del poeta argentino Juan Gelman que, en Incompletamente, “se desampara en su vuelo y quiere olvidar las olas/ subir de la nada al vacío/ donde será materia y se acuesta”.
En ese vuelo por doquier está la mirada de este pintor egipcio que vuelve al Círculo de Amistad dieciocho años después de su primera colección en Tenerife para que descubramos la singular plasticidad de aquellos lugares por donde circulamos cotidianamente, de sus plazas y de sus edificios. Y entonces demuestra, en una colección de quince cuadros, que es gratificante y sugerente plasmar sus tonalidades, matizarlas, enriquecerlas.
Desde el tríptico de la céntrica plaza Weyler, antes popularmente 'plaza de los Árboles', los pliegues de la fontana de mármol blanco, traída de Génova, original del escultor Achille Canessa, se adivina, desde todos los ángulos, el sentido lúdico de las palomas ante los ángeles cuyas texturas sobresalen en los contrastes sombreados. Son tres visiones de una misma escultura: la mirada, al dar la vuelta al cuadro, no sólo la hace más creativa y dinámica sino que invita a pensar y deleitarse con los humanos paseantes que conectan entre el conjunto escultórico y los elementos naturales, estampa cuyo valor no apreciamos. El pintor nos da poderosas razones para que lo hagamos.
Pero es que los dos cuadros de la plaza 25 de julio, popular 'plaza de los Patos', se interrelacionan hasta establecer una suerte de comunicación entre las dos palomas que juegan en la parte superior del díptico mientras la tortuga soporta la oca, bendecida la conexión por el reflejo de la torre sobre la fuente que es réplica, por cierto, de la fuente de las Ranas que se encuentra en el parque sevillano de María Luisa.
Si el autor parece desafiar a Mario Benedetti dando respuesta afirmativa -con sus formas peculiares de troncos, ramas y hojas- a la solidaridad cuestionada de los árboles que, en este caso, pueblan las plazas santacruceras, hasta el punto de destacar cómo las raíces de los laureles de indias de San Francisco se elevan y se hunden nuevamente en la tierra, en tanto las sombras de allí mismo y de las demás plazas se esparcen proyectándose como elementos consustanciales; no es menos cierto que sus pinceles han querido dejar constancia del diálogo que las palomas parecen haber entablado en la fachada del Círculo de Amistad XII de enero, como si anunciaran o prolongaran el pluralismo, la creatividad y el ánimo conversador que durante décadas ha caracterizado su vida intramuros.
La alargada sombra del atardecer, la luz más caliente, casi dorada, definen la adecuada conjunción de tres emplazamientos destacados en la calle José Murphy, en pleno corazón capitalino: la sede del Círculo, con su frontis tan llamativo; la del Museo Municipal de Bellas Artes y el costado este de la plaza del Príncipe. Osman apunta en ese cuadro el perfeccionismo que le caracteriza: el dominio cromático hecho poesía.
Otras palomas, de diferentes colores, para estar en consonancia, son las que revolotean ante el debate a la sombra de los dragos y de las columnas en el pórtico del Parlamento de Canarias.
Se diría que las aves de Osman, sobre los monumentos de la ciudad, sobre su urbanismo en terapia intensiva, sólo desean bailar, como si quisieran confundir su rostro en el bullicio o en el entorno que necesitan para orientarse sin apostar a nada cardinal.
Es su mirada para visualizar la ciudad que atrae con plétora de encantos; la mirada que el tiempo, contrariamente a lo que escribió Juan Carlos Calderón, no se llevó su color, como se adivina en esa calle del Pilar, justo porque elevamos la vista -lo que habitualmente no hacemos- y la vegetación enhebra sus gajos en balconadas y ventanales con texturas que enfatizan su trazo perfecto.
Cobra así carta de naturaleza el juego de palabras del poeta Vicente Huidobro en La vida es sueño:
<como los ojos de las olas
como las hojas de los ojos
como las olas de las alas>>
Claro que para poetizar Santa Cruz de Tenerife, el inmenso Pedro García Cabrera, a quien estará dedicado el año próximo el Día de las Letras Canarias, según decisión del Gobierno de Canarias. El autor gomero la llevó muy dentro y la encumbró de valores, queriéndola “...porque en medio de las aguas/ besas en paz el corazón del mundo/ y lo llevas atado en el recuerdo...”.
Si en su Canto a Santa Cruz, García Cabrera apelaba a los carpinteros, a los albañiles y a las doncellas para dar continuidad a sus valores, Osman se uniría ahora encantado como pintor porque esta colección de quince óleos sobre lino y lienzo revela en sus creaciones una cierta universalidad. La espiritualidad pictórica del artista inunda su obra que restituye la ciudad amable hasta desterrar la monotonía como si de un sin par sortilegio artístico se tratara. A la perspectiva suma la sensibilidad, siempre acrecentada entre los perfeccionistas.
Los versos de Pedro García Cabrera en ese Canto son otra arista poética e ilustrarían las creaciones de Osman, “...trabajándote al ritmo de las olas,/ con un dolor de cumbre en la mirada/ y un balandro dormido en la sonrisa,/ pensándote de árboles y nidos/ por las meditaciones de tus plazas/ y albergando en tu concha de molusco/ un rumoroso corazón de abeja...”. Como se comprobará, metáforas al margen, casi los mismos elementos.
Pero el pintor, que dentro de unas horas emprende viaje a Florencia (Italia) para participar, con motivos canarios, en su célebre Bienal como uno de los seis artistas españoles seleccionados, ha querido complementar su visión de Santa Cruz con otros cuadros que reflejan las peculiaridades del norte insular, desde paisajes urbanos y monumentales a los aires típicos romeros, desde la dualidad de luces en conjuntos arquitectónicos a los ambientes marítimos y rurales. Todos, estampas de riqueza matérica.
Son, por así decir, piezas separadas de esta mirada poética sobre Santa Cruz o que desprende Santa Cruz y a la que Osman devuelve encantos que parecían perdidos, alterando sus rutinas paisajísticas hasta refrescar la ciudad en una particular y realista sinfonía de colores y tonalidades.
<de tus calles y tus plazas
fueron antes aguas vivas
balizando las distancias.
Capital de transparencias,
urbe en las proas del agua,
para los mares de leva
qué luchadora es tu barca>>.
Así la cantó Pedro García Cabrera en su personal Vuelta a la isla. En ese extraordinario poema, rescatado como anticipo de su conmemoración, también alude “al caballete en que posan/ las paredes de las casas/ para escalar las alturas/ y guardarte las espaldas”.
¡Qué casualidad! Parece el caballete de Osman.
Pero el artista derrama su mirada poética sobre la ciudad monumental, hace volar la paloma hasta la exaltación de su simbolismo pacifista ahora que en otras latitudes callan las pistolas y las bombas. Esta paloma quiere ser como el pájaro del poeta argentino Juan Gelman que, en Incompletamente, “se desampara en su vuelo y quiere olvidar las olas/ subir de la nada al vacío/ donde será materia y se acuesta”.
En ese vuelo por doquier está la mirada de este pintor egipcio que vuelve al Círculo de Amistad dieciocho años después de su primera colección en Tenerife para que descubramos la singular plasticidad de aquellos lugares por donde circulamos cotidianamente, de sus plazas y de sus edificios. Y entonces demuestra, en una colección de quince cuadros, que es gratificante y sugerente plasmar sus tonalidades, matizarlas, enriquecerlas.
Desde el tríptico de la céntrica plaza Weyler, antes popularmente 'plaza de los Árboles', los pliegues de la fontana de mármol blanco, traída de Génova, original del escultor Achille Canessa, se adivina, desde todos los ángulos, el sentido lúdico de las palomas ante los ángeles cuyas texturas sobresalen en los contrastes sombreados. Son tres visiones de una misma escultura: la mirada, al dar la vuelta al cuadro, no sólo la hace más creativa y dinámica sino que invita a pensar y deleitarse con los humanos paseantes que conectan entre el conjunto escultórico y los elementos naturales, estampa cuyo valor no apreciamos. El pintor nos da poderosas razones para que lo hagamos.
Pero es que los dos cuadros de la plaza 25 de julio, popular 'plaza de los Patos', se interrelacionan hasta establecer una suerte de comunicación entre las dos palomas que juegan en la parte superior del díptico mientras la tortuga soporta la oca, bendecida la conexión por el reflejo de la torre sobre la fuente que es réplica, por cierto, de la fuente de las Ranas que se encuentra en el parque sevillano de María Luisa.
Si el autor parece desafiar a Mario Benedetti dando respuesta afirmativa -con sus formas peculiares de troncos, ramas y hojas- a la solidaridad cuestionada de los árboles que, en este caso, pueblan las plazas santacruceras, hasta el punto de destacar cómo las raíces de los laureles de indias de San Francisco se elevan y se hunden nuevamente en la tierra, en tanto las sombras de allí mismo y de las demás plazas se esparcen proyectándose como elementos consustanciales; no es menos cierto que sus pinceles han querido dejar constancia del diálogo que las palomas parecen haber entablado en la fachada del Círculo de Amistad XII de enero, como si anunciaran o prolongaran el pluralismo, la creatividad y el ánimo conversador que durante décadas ha caracterizado su vida intramuros.
La alargada sombra del atardecer, la luz más caliente, casi dorada, definen la adecuada conjunción de tres emplazamientos destacados en la calle José Murphy, en pleno corazón capitalino: la sede del Círculo, con su frontis tan llamativo; la del Museo Municipal de Bellas Artes y el costado este de la plaza del Príncipe. Osman apunta en ese cuadro el perfeccionismo que le caracteriza: el dominio cromático hecho poesía.
Otras palomas, de diferentes colores, para estar en consonancia, son las que revolotean ante el debate a la sombra de los dragos y de las columnas en el pórtico del Parlamento de Canarias.
Se diría que las aves de Osman, sobre los monumentos de la ciudad, sobre su urbanismo en terapia intensiva, sólo desean bailar, como si quisieran confundir su rostro en el bullicio o en el entorno que necesitan para orientarse sin apostar a nada cardinal.
Es su mirada para visualizar la ciudad que atrae con plétora de encantos; la mirada que el tiempo, contrariamente a lo que escribió Juan Carlos Calderón, no se llevó su color, como se adivina en esa calle del Pilar, justo porque elevamos la vista -lo que habitualmente no hacemos- y la vegetación enhebra sus gajos en balconadas y ventanales con texturas que enfatizan su trazo perfecto.
Cobra así carta de naturaleza el juego de palabras del poeta Vicente Huidobro en La vida es sueño:
<
como las hojas de los ojos
como las olas de las alas>>
Claro que para poetizar Santa Cruz de Tenerife, el inmenso Pedro García Cabrera, a quien estará dedicado el año próximo el Día de las Letras Canarias, según decisión del Gobierno de Canarias. El autor gomero la llevó muy dentro y la encumbró de valores, queriéndola “...porque en medio de las aguas/ besas en paz el corazón del mundo/ y lo llevas atado en el recuerdo...”.
Si en su Canto a Santa Cruz, García Cabrera apelaba a los carpinteros, a los albañiles y a las doncellas para dar continuidad a sus valores, Osman se uniría ahora encantado como pintor porque esta colección de quince óleos sobre lino y lienzo revela en sus creaciones una cierta universalidad. La espiritualidad pictórica del artista inunda su obra que restituye la ciudad amable hasta desterrar la monotonía como si de un sin par sortilegio artístico se tratara. A la perspectiva suma la sensibilidad, siempre acrecentada entre los perfeccionistas.
Los versos de Pedro García Cabrera en ese Canto son otra arista poética e ilustrarían las creaciones de Osman, “...trabajándote al ritmo de las olas,/ con un dolor de cumbre en la mirada/ y un balandro dormido en la sonrisa,/ pensándote de árboles y nidos/ por las meditaciones de tus plazas/ y albergando en tu concha de molusco/ un rumoroso corazón de abeja...”. Como se comprobará, metáforas al margen, casi los mismos elementos.
Pero el pintor, que dentro de unas horas emprende viaje a Florencia (Italia) para participar, con motivos canarios, en su célebre Bienal como uno de los seis artistas españoles seleccionados, ha querido complementar su visión de Santa Cruz con otros cuadros que reflejan las peculiaridades del norte insular, desde paisajes urbanos y monumentales a los aires típicos romeros, desde la dualidad de luces en conjuntos arquitectónicos a los ambientes marítimos y rurales. Todos, estampas de riqueza matérica.
Son, por así decir, piezas separadas de esta mirada poética sobre Santa Cruz o que desprende Santa Cruz y a la que Osman devuelve encantos que parecían perdidos, alterando sus rutinas paisajísticas hasta refrescar la ciudad en una particular y realista sinfonía de colores y tonalidades.
<
fueron antes aguas vivas
balizando las distancias.
Capital de transparencias,
urbe en las proas del agua,
para los mares de leva
qué luchadora es tu barca>>.
Así la cantó Pedro García Cabrera en su personal Vuelta a la isla. En ese extraordinario poema, rescatado como anticipo de su conmemoración, también alude “al caballete en que posan/ las paredes de las casas/ para escalar las alturas/ y guardarte las espaldas”.
¡Qué casualidad! Parece el caballete de Osman.
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