lunes, 9 de noviembre de 2020

CORTAR Al PRESIDENTE

El escrutinio avanzaba con lentitud exasperante, todos esperábamos noticias sobre el resultado, cuando comparecía el todavía presidente americano, Donald Trump, empecinado en desvirtuar el previsible triunfo de los demócratas y en hablar de votos ilegales y fraude. Las principales cadenas de televisión, entre ellas la preferida del propio Trump, Fox News, ofrecen la señal. Súbitamente, la CNBC es la primera en interrumpirla dando paso a un presentador que explica el motivo: “Lo que está diciendo el presidente de los Estados Unidos, en gran parte, no es verdad en absoluto”.

Otras dos cadenas, ABC y CBS, secundan la decisión poco después. CNN y Fox News mantienen la emisión pero sus locutores advierten, mientras comentan las manifestaciones de Trump, que no se está produciendo un fraude electoral ni un abuso del sistema.

Se trata de un hecho insólito en el ámbito de la comunicación, está claro. En medio de aquellas circunstancias, atreverse a cortar al presidente y abundar en las explicaciones subsiguientes podría ser considerado hasta como un atrevimiento, algo inaudito, pero en uso de la libertad de expresión, significa una decisión de gran trascendencia que abre un gran debate. Manuel Trillo, en el diario ABC, aventura que la decisión “entra en un nuevo territorio en las relaciones entre el poder y los medios de comunicación. En las facultades de periodismo se enseña que los periodistas deben tener una posición crítica frente a los hechos, pero también que su papel, como garantes de la pluralidad democrática, es clave”.

Trillo se atreve ya con las primera preguntas: “La acusación de fraude electoral en la mayor potencia global del planeta es ciertamente grave, pero el hecho de amputar su discurso del debate plantea nuevas interrogantes: ¿Debe censurarse a un dirigente políticos cuando el medio considera que miente? ¿No tiene el público derecho a conocer lo que dice su principal gobernante, sea cual sea su actitud?”.

Seguirán respuestas y criterios para alimentar y aquilatar la controversia que se adivina intensa. ¿A ver cuánto se tarda en que alguna televisión de nuestro país haga lo mismo? Que nadie pierda el norte: no se trata de un acto de valentía. Y no todas las coyunturas son electorales. Es más, ya hay algunas que en el ámbito más cercano, no solo sesgan contenidos sino que manipulan burdamente y ocultan literalmente o condicionan severamente la cobertura de aquellos políticos o gobiernos con los que no simpatizan y les excluyen sistemáticamente de sus espacios y prestaciones.

Convenimos en que uno de los principales trabajos de los periodistas es asegurarse de que no les engañen y que cuanto emitan o publiquen se ajuste estrictamente a la verdad. La tarea se complica con frecuencia, mucho más durante una campaña electoral. Los candidatos –los políticos en general- intentan ganar la confianza de los espectadores y los potenciales votantes con datos relevantes y con mensajes llamativos para hacer valer sus logros o criticar severamente a sus adversarios, estando en gobierno u oposición.

Sus afirmaciones no solo pueden incurrir en divagaciones sino en falacias. Entonces, los profesionales que hacen el seguimiento correspondiente deben comprobar tales afirmaciones para luego, blanco sobre negro, explicar que faltan a la verdad o ha incurrido en inexactitudes y desvíos. Eso obliga a los periodistas a documentarse y a hablar o escribir con rigor, justamente lo que no ha hecho el candidato o político al que están enjuiciando.

A esta disciplina, a la que nos hemos referido en varias ocasiones, se la conoce desde hace unos años como ‘fact checking’ o verificación de los hechos. Sin estos profesionales que comprobasen la veracidad de las afirmaciones de los políticos, estos podrían decir lo que quisiesen sin que nadie les pidiese explicaciones. Un cabal y ético ejercicio del periodismo puede ser determinante a la hora de desenmascarar falacias. Se trata de contribuir a la madurez y a la cualificación democrática: más simple, coadyuvar para que los ciudadanos puedan votar adecuadamente informados y tomen la decisión que estimen correcta a partir de elementos veraces y contrastados.


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