A estas alturas, el presidente los Estados Unidos, Joe Biden, tiene que saber hay segundos fatales –porque continúan abiertos- que siguen a una intervención pública. No, no tiene perdón. Y menos cuando despacha con un insulto, directo, a un periodista de la cadena conservadora, Fox News, que había preguntado si la inflación podría significar un lastre político para su partido en las elecciones legislativas parciales que se celebrarán el próximo mes de noviembre.
“Vaya un estúpido hijo de perra”, le espetó Biden. El exabrupto formará parte de la historia personal, de la presidencia y de la política de los Estados Unidos. Si este es el nivel, un refrán español: en todas partes cuecen habas. Casi ha hecho bueno a su antecesor, el inefable Donald Trump, que no se distinguió precisamente por sus modales y sus expresiones. Y es más: hasta repitió la misma expresión insultante en cierta ocasión.
¡Qué vergüenza! Para quienes reclamamos educación, templanza y respeto en el universo político, en todos los niveles, es imposible tolerar expresiones como esta. Si hemos reprobado la utilización de discursos plagados de insultos y descalificaciones personales –todavía resuenan algunos en redes sociales y canales audiovisuales digitales- hemos de condenar enérgicamente el empleo de improperios cuya gravedad no atenúa el presunto despiste de los micrófonos encendidos. Es inadmisible. Y menos, procedente de un dignatario como el presidente estadounidense.
Cierto que Biden presentó disculpas, que llamó personalmente al periodista ofendido, a quien le confió que no había sido nada personal y le animó a hacer preguntas de las consideradas incómodas. Eso suaviza pero no borra la mancha –el manchón- que le señala para los restos como único responsable de un episodio deplorable.
Inaceptable e inasumible, presidente Biden.
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