Lectura coral a viva voz de Crimen. Cálida tarde/noche de un noviembre que se agota. Un decadente ruido de arrastre de cacharros se adivina al fondo. Los asistentes y los paseantes inhalaban, sin encontrar, la atmósfera del humo de castañas asadas. Surrealismo puro. El autor se hubiera sentido cómodo e integrado.
El Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC), la asociación Amigos del Museo de Arte Contemporáneo Eduardo Westerdahl (MACEW ) y la Tertulia de los Lunes se habían propuesto celebrar este año y este mes el noventa aniversario de la publicación de Crimen, la obra que marcó el segundo momento de la vanguardia canaria, la obra maestra de la narración surrealista en España; según su más importante estudioso, José Miguel Pérez Corrales, la obra más subversiva y con mayor dimensión internacional que se ha escrito en las islas; nunca «una obra para lectores fáciles y pusilánimes», sino «un libro de libertad, de autenticidad, de conocimiento».
La profesora y pariente del autor, Margarita Rodríguez Espinosa, explicó, al introducir la convocatoria, que su publicación fue, sin embargo, piedra de escándalo para la sociedad conservadora e hipócrita, que condenó, acosó y persiguió al escritor, acelerando y agravando la enfermedad que padecía desde muy joven y que le condujo a su prematura muerte, en enero de 1939. La causa de la condena fue la publicación de un libro inmoral, en palabras de sus acusadores, en un proceso propiciado por el golpe de estado de Franco. A Espinosa se le abre un expediente de depuración y se le aparta de su cátedra, por «ser izquierdista, por haber escrito “El crimen de Agustín” [sic] y por haber intentado presentar una película inmoral y sacrílega», dejando claro en la misma acusación que no sabían ni el título de la obra de Espinosa: no la habían leído, ni visto, pero es que tampoco habían visto la película de Buñuel que durante la Segunda Exposición Surrealista prohibieron exhibir a sus organizadores.
Al conmemorar los noventa años de Crimen, se conmemoraba también la caída en desgracia de un autor irrepetible. «El crimen de Crimen» (así titula Pérez Corrales uno de sus estudios) no fue otro que ser una obra surrealista. Para la profesora Rodríguez Espinosa, Agustin no escribió Crimen para escandalizar ni para provocar: esto no hubiera bastado para que el resultado fuera la obra maestra española en prosa surrealista y la obra cumbre del escritor. “La subversión estaba en el surrealismo mismo, en el que están implícitos la denuncia del orden social burgués y la reivindicación de la imaginación y la libertad creativa”, concluyó. Luego recordó que también este año se celebra el centenario del Primer manifiesto surrealista, publicado por André Breton en París en 1924. En las islas, las manifestaciones artísticas surrealistas ya habían empezado a producir inquietud en la sociedad burguesa antes de publicarse Crimen, que tampoco había sido la primera creación surrealista del escritor.
Posteriormente, condensó la quintaesencia de Crimen. “Pese a su aparente fracturación -explicó- pese a la inexistencia de ningún tipo de estructura tradicional ni de linealidad discursiva, integra una serie de elementos, motivos y recursos recurrentes que traban sus piezas: el narrador en primera persona, las imágenes escabrosas y el tono angustioso, la visión y la introspección más sombrías y más crudas; la sangre, la oscuridad y lo maloliente, el erotismo, los sueños y las pesadillas. Y por supuesto, el crimen y los crímenes. La incoherencia o lo caótico son solo aparentes”.
Y así conmemoraron. Lectura coral a viva voz de Crimen. Cálida tarde/noche de un noviembre que se agota. Un decadente ruido de arrastre de cacharros se adivina al fondo. Los asistentes y los paseantes inhalaban, sin encontrar, la atmósfera del humo de castañas asadas. Surrealismo puro. El autor se hubiera sentido cómodo e integrado.
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