Falleció el pasado sábado José Sánchez, Pepe, la voz de Radio Popular de Tenerife durante décadas. Una voz peculiar de locutor, desde luego. Reconocible en la multiplicidad de variables: desde la esquela a los discos dedicados, desde la promoción de una transmisión a la lectura sucesiva de las noticias que llenaban un informativo, desde la solemnidad de la presentación de audiciones de música clásica al paso apresurado desde el estudio a una conexión en algún lugar de la geografía.
Pepe Sánchez fue un buen compañero que culminó sus estudios universitarios de psicología con los turnos en la emisora donde, como locutor, hacía de todo. Bueno, de deportes no tanto, salvo algunos escarceos con el automovilismo, cuando había audiencia hasta para los rallies que duraban toda la noche.
Enfático cuando había que serlo, distendido y bullanguero cuando se trataba de introducir cualquier cosa de aquel género que llamaban pachanguero, Sánchez, en aquel plantel que dirigía el padre Siverio, ocupó un lugar destacado. Presentaba ‘Sala de audiciones’ y ‘El mundo del elepé’ -construido sobre las novedades que llegaban casi a diario y que se difundían con prontitud asombrosa-, entre otros programas destacados, le echaba continuidad a aquellas emisiones que llenaban las horas y los hogares proporcionando una compañía que gustaba desde muy temprano hasta que vencía el sueño en un pugilato con la televisión que algunos añoran.
De aspecto profesoral, Pepe Sánchez recorría la calle La Carrera y subía a los estudios de la emisora consciente de que su voz era la voz de cuantos trabajaban allí y de quienes aguardaban a identificaban sus ecos al otro lado de los receptores, los de pilas y los enchufados a la red eléctrica. Atento, servicial, sensible al medio radiofónico, admirador de quienes se esforzaban en una radio bien hecha que, en aquel entonces, años setenta y siguientes, se iba estructurando en cadenas y adoptando fórmulas que cambiaban los hábitos de consumo.
Sánchez se curtió a base de oficio diario, de contrastar estilos y conocimientos. La suya era la voz.
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