Dana, según la Fundación del Español Urgente (FundéuRAE), es la palabra de 2024. La hemos empleado muchos, todos prácticamente, de forma principal a raíz de la catástrofe en Valencia. Una dana, término que acaba de debutar en el diccionario de la Real Academia Española (RAE) como sustantivo, es una depresión atmosférica aislada en niveles altos que provoca tormentas fuertes que se produce por el choque de una masa de aire frío con el aire caliente de la superficie. Este fenómeno, tradicionalmente denominado ‘gota fría’, da lugar a chubascos y tormentas intensas. Así, la entrada de una masa de aire frío en el núcleo de la atmósfera que entra en contacto con aire más cálido ceca del suelo genera inestabilidad que favorece la formación de nubes que causan tormentas fuertes.
Ni que decir tiene que los efectos de la catástrofe del 29 de octubre pasado, que se cobró más de doscientos muertos y un rastro de destrucción en forma de coches arrumbados, casas inundadas, barrancos furiosos y aparcamientos llenos de barro, se ha dejado sentir en el fallo de la FundéuRAE, institución que ha decidido cuál ha sido la voz hegemónica en 2024.
Es, pues, es la palabra del año. Muy cierto que ha rivalizado con otras de también notable difusión o popularización como fango, inquiokupa o woke. Sin embargo, ha salido airosa porque dana ha colonizado el debate público y el habla de los españoles. A la luz de las palabras elegidas que aspiraban a ocupar el trono, la conversación –la de la calle y las redes–, ha estado dominada por la crispación. No es casualidad que entre otras candidatas figuren gordofobia o mena. Han litigado con dana vocablos salidos de la economía y los problemas sociales como reduflación, pellet (asociado a la crisis energética) micropiso o turistificación. Con todo, expresiones que abundan en la prensa han hecho fortuna y estaban muy bien colocadas. Un ejemplo es narcolancha y otras voces que se podían clasificar en epígrafes anteriores. La última en liza, alucinación, es propia de un mundo en el que lo verdadero y lo falso están separados por fronteras difusas.
El uso recurrente entre los hablantes de la palabra dana, antes conocida popularmente como gota fría, explica su éxito, pero también la expresión tiene un indudable interés lingüístico. Y eso que su grafía correcta genera muchas dudas. «Su presencia en los medios de comunicación ha sido incontestable. No hay día en que no aparezca dana en dos o tres artículos en la prensa o los telediarios. Todos veníamos con ella en la cabeza, no hubo polarización. Ha arrasado con todas las demás», dijo hace unas fechas Soledad Puértolas, escritora y miembro del patronato de FundéuRAE.
La institución aduce que se trata de una voz que, según se puede observar en los corpus académicos, se emplea principalmente en España. En todo el mundo ha habido inundaciones parecidas, en Perú, Europa central, Estados Unidos, Brasil... pero ha sido en España donde ha arraigado el acrónimo. «Llamó mucho la atención de los periodistas cuando se incorporó al diccionario. Ahí se ve el trabajo de la RAE, pues detrás de cada palabra hay mucho trabajo. Primero se documenta su frecuencia, se busca la definición y se localiza el área geográfica en que se utiliza», argumentó Puértolas.
Según recuerda Antonio Paniagua en ‘TodoALICANTE’, Dana ya fue candidata a palabra del año de la FundéuRAE en 2019, pero no llegó a erigirse entonces en triunfadora. El diccionario académico de la RAE recoge la voz en su última actualización, un vocablo que es resultado de la conversión en sustantivo del acrónimo dana, que significa «depresión aislada en niveles altos». La palabra susodicha se escribe con minúscula y, si se opta por su escritura como sigla, es decir, con mayúscula en todas las letras, su plural es ‘las DANA’, no ‘las DANAs’ ni ‘las DANAS’. Para la RAE, no resulta apropiada la grafía ‘Dana’, solo con mayúscula inicial, salvo que sea la primera palabra de un enunciado.
Esta es la duodécima ocasión en la que la FundéuRAE escoge su palabra del año, pequeña radiografía del humor social. Las anteriores ganadoras fueron escrache (2013), selfi (2014), refugiado (2015), populismo (2016), aporofobia (2017), microplástico (2018), los emojis (2019), confinamiento (2020), vacuna (2021), inteligencia artificial (2022) y polarización (2023).
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