viernes, 28 de febrero de 2025

Confianza, esa es la cuestión

 

Confianza en las noticias, esta es la cuestión. El año pasado está lleno tanto de preocupaciones sobre las tendencias y los fenómenos que envuelven a la información como de propósitos para afrontar el futuro inmediato. La Asociación de Periodistas de Tenerife (APT) aparece con una nueva edición de su Anuario que desmenuza algunos de los planteamientos que se registran en nuestro país y en el mundo entero procurando profundizar desde sus distintos ángulos, intercambiando y alternando criterios en pos de un análisis global que propicie un mejor conocimiento de la realidad mediática de nuestros días y del futuro que se avecina.

La conclusión sobre la confianza es que ésta se gana o se conquista. Hay que hacerlo. La tendenciosidad, los intereses espurios y, últimamente, la falsedad, forman una mezcolanza cada vez más peligrosa y más nociva. De ahí la importancia de informar y escribir impregnando de confianza el ejercicio y el producto. Y es que gran parte del público no confía en la mayoría de las noticias la mayor parte del tiempo. Sucede en todo el mundo. Si bien se verifica una variación significativa de un país a otro y de una marca a otra, en el informe anual del Instituto Reuters para el estudio del periodismo apenas el 40 % de sus encuestados en cuarenta y siete mercados dicen que confían en la mayoría de las noticias.

Los profesores e investigadores Rasmus Kleis Nielsen y Richard Fleiser, adscritos al citado Instituto, resumen la necesidad de la confianza desde un doble punto de vista porque ya es una demanda de la ciudadanía, de los consumidores de información: “En un nivel básico, piden confianza en que “realmente hablamos con las fuentes que mencionamos, realmente dijeron lo que hemos citado y los datos que publicamos son fidedignos”. Y en un sentido más amplio, “nuestro criterio editorial sobre qué cubrir, con quién hablar y en qué datos confiar es sólido, al igual que nuestra presentación de lo que hallamos, y nuestras motivaciones”.

De todos modos, esté bien fundada o no, la confianza en las noticias es (desde la perspectiva de los periodistas y los medios, que se enfrentan a un público a menudo escéptico) lo que en sociología se denomina un "hecho social", definido como “las maneras de obrar, pensar y sentir externas al individuo, que están investidas de un poder coercitivo en virtud del cual ejercen control”.

Y es que, según explican Nielsen y Fleiser, la confianza del público no es lo mismo que la confiabilidad. A veces, la gente confía en personas e instituciones que, de hecho, no son dignas de confianza. Y a veces, no confían o incluso desconfían de quienes, tras una inspección más cercana, podrían considerar dignos de confianza (o que los periodistas u otras personas creen que deberían considerar dignos de confianza).

Las percepciones del público sobre la confianza son relevantes en sí mismas. Claro: periodistas y editores no necesariamente estarán de acuerdo con (y mucho menos les gustará) cómo el público los ve a ellos, a sus colegas y a sus competidores. Y la confianza no es en sí misma una medida del valor de lo que hacen los periodistas, del mismo modo que ganarla no siempre es lo más importante a lo que los periodistas pueden o deben aspirar. En las relaciones de la gente con el periodismo y los medios, así como en sus relaciones con la política y muchas otras cosas, la percepción es una porción significativa de la realidad.

Últimamente, menudean las encuestas sobre el nutriente de la información en distintas capas de población, principalmente los jóvenes. Los resultados son desiguales pero el de las redes sociales va ganando terreno a pasos agigantados, en detrimento de la incidencia de los medios convencionales. La pregunta común es si siente que puede confiar en la mayoría de las noticias la mayor parte del tiempo. La respuesta en el Informe de Reuters: Existe una variación significativa según el país (y en algunos, por ejemplo, en función de la orientación política), pero la confianza general en muchos casos varía menos de lo que uno podría suponer de acuerdo con el género, la edad, los ingresos y la educación (y también según la orientación política). Los investigadores Nielsen y Fletcher creen que “los jóvenes, la gente de bajos ingresos y aquellos con niveles más bajos de educación formal tienden a confiar menos en las noticias, en términos generales. Estos grupos a menudo también reciben menos atención de los medios, y suelen pensar que la cobertura sobre personas como ellas no es justa”, como quedó demostrado en el informe de 2021.

Pero los datos, en su opinión, cuestionan la idea de que los jóvenes y los mayores piensan de manera muy diferente sobre la confianza en las noticias, e indican que la educación, los ingresos y el género importan menos que en otros aspectos, y al mismo tiempo subrayan la importancia de la relación que tiene la gente con la política, pero no del modo que a menudo se supone.

Un último apunte sobre el particular: solo o el 28 % de los encuestados que dicen no saber cuál es su orientación política consideran que pueden confiar en la mayoría de las noticias la mayor parte del tiempo, en comparación con el 45 % de la gente de derecha, el 43 % de quienes son de izquierda y el 42 % de los centristas. Y es mucho menos probable que señalen cualquiera de los ocho factores aceptados como básicos a la hora de determinar en qué medios confiar. Son los siguientes: tiene una larga historia, tiene altos estándares periodísticos, es demasiado negativo, es sesgado, exagera o es sensacionalista, es transparente sobre cómo hace su periodismo y representa a gente como yo de manera justa.

Esta gran minoría, a menudo ignorada, no sólo confía menos en las noticias: también le cuesta más definir en quién confiar.

En definitiva, según concluyen los investigadores, el desafío para los medios es superar la distancia y convencer a la gente de que las noticias son lo suficientemente atractivas, interesantes y valiosas para dedicarles tiempo, y sobre esta base, con el tiempo, también quizás ganarse su confianza.

El controvertido año que toca a su fin, caracterizado por la polarización política, por la confrontación dialéctica sin cuartel de los representantes y cargos públicos, por la desinformación, por los propósitos no consumados del presidente del Gobierno español de un denominado Plan de regeneración democrática, por la proliferación de los denominados pseudomedios, por el irresoluto problema de la emigración a Canarias desde varios países africanos y asiáticos y por los aniversarios de las televisiones públicas canarias (sesenta el de la estatal y vigésimoquinto el de la autonómica).

Y seguimos apelando a la confianza, que sería un crédito de garantía.

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