Los desempleados canarios ya no se desaniman por el número creciente sino porque las expectativas de abandonar esa condición siguen menguantes. Quedan para la esperanza los autos de fe del presidente Rivero y ciertos devaneos editorialistas que se confían a una ubérrima plétora de recursos para pasar del desespero o la incertidumbre a la estabilidad y suficiencia de valerse por sí mismos. Pero la mano en el agua quiere realidades y éstas, por desgracia, no cuajan.
Ni siquiera los turistas prestados -si permiten la expresión- dan para mucho. Ya se han encargado algunos empresarios del sector turístico de puntualizarlo: los registros del Instituto Nacional de Estadística (INE) serán mejores que los del año pasado, la ocupación hotelera está en niveles similares a los de antes de la crisis, se habrán disparado las pernoctaciones, la situación en el Magreb y el Oriente próximo ayudará todo lo que se quiera -mientras subsista, claro-, la estancia media se situará muy por encima de otros destinos nacionales y los ingresos medios por habitación habrán significado un aumento interanual cercano al 3%... pero todo eso parece insuficiente y no se genera empleo. Hasta el propio presidente del Gobierno, según dio a entender en una comparecencia televisiva, esperaba ya otra tendencia con la coyuntura favorable. Deberá perseverar en su fe.
Porque, además de las cautelas y del conservadurismo turístico-empresarial, han brotado los dictámenes de la Confederación Provincial de Empresarios de Santa Cruz de Tenerife, escépticos a la hora de calibrar el crecimiento potencial de la economía canaria mientras no se apliquen las reformas estructurales en el mercado de trabajo. Dicho en palabras de la patronal, ese crecimiento difícilmente alcanzará los niveles necesarios a corto plazo para disminuir el desempleo en los próximos meses.
Y si alguien mantenía expectativas para encontrar hueco en el sector primario, que se desengañe. La propia CEOE tinerfeña habla de su debilitamiento en los últimos años e insta a las administraciones públicas para fortalecer la promoción y defensa de sus actividades, reclamando de paso que sean abonadas las subvenciones y ayudas económicas previstas para el año pasado y así tratar de ir compensando las pérdidas. Que tomen nota quienes predican la autosuficiencia.
El caso es que las cifras del paro siguen galopando. Las 2.865 personas del último registro hacen que en las islas superen las doscientas sesenta y una mil sin empleo. En algunos foros -los más domésticos, los más cercanos- se olvida y hasta se confunde -en otro intento de socializar las pérdidas- que la competencia en la materia es del Gobierno de la Comunidad Autónoma. Ello resulta patéticamente anecdótico cuando las cifras de la economía sumergida también aumentan, paradójicamente, entre las reducidas tasas de crecimiento de algún sector productivo.
O sea, que habrán venido más turistas y tal y tal, pero que nadie tire voladores. Es lo que parece desprenderse de determinados análisis. Si hay, un suponer, cincuenta empleados para atender un 60% de ocupación del establecimiento, con los mismos hay que seguir aunque se hospeden más clientes. Ni un mísero contrato temporal para repescar a quienes ingresaron en el paro o para dar una oportunidad a quienes aspiran a tener su primer empleo.
Conclusión: no mejora el enfermo.
Ni siquiera los turistas prestados -si permiten la expresión- dan para mucho. Ya se han encargado algunos empresarios del sector turístico de puntualizarlo: los registros del Instituto Nacional de Estadística (INE) serán mejores que los del año pasado, la ocupación hotelera está en niveles similares a los de antes de la crisis, se habrán disparado las pernoctaciones, la situación en el Magreb y el Oriente próximo ayudará todo lo que se quiera -mientras subsista, claro-, la estancia media se situará muy por encima de otros destinos nacionales y los ingresos medios por habitación habrán significado un aumento interanual cercano al 3%... pero todo eso parece insuficiente y no se genera empleo. Hasta el propio presidente del Gobierno, según dio a entender en una comparecencia televisiva, esperaba ya otra tendencia con la coyuntura favorable. Deberá perseverar en su fe.
Porque, además de las cautelas y del conservadurismo turístico-empresarial, han brotado los dictámenes de la Confederación Provincial de Empresarios de Santa Cruz de Tenerife, escépticos a la hora de calibrar el crecimiento potencial de la economía canaria mientras no se apliquen las reformas estructurales en el mercado de trabajo. Dicho en palabras de la patronal, ese crecimiento difícilmente alcanzará los niveles necesarios a corto plazo para disminuir el desempleo en los próximos meses.
Y si alguien mantenía expectativas para encontrar hueco en el sector primario, que se desengañe. La propia CEOE tinerfeña habla de su debilitamiento en los últimos años e insta a las administraciones públicas para fortalecer la promoción y defensa de sus actividades, reclamando de paso que sean abonadas las subvenciones y ayudas económicas previstas para el año pasado y así tratar de ir compensando las pérdidas. Que tomen nota quienes predican la autosuficiencia.
El caso es que las cifras del paro siguen galopando. Las 2.865 personas del último registro hacen que en las islas superen las doscientas sesenta y una mil sin empleo. En algunos foros -los más domésticos, los más cercanos- se olvida y hasta se confunde -en otro intento de socializar las pérdidas- que la competencia en la materia es del Gobierno de la Comunidad Autónoma. Ello resulta patéticamente anecdótico cuando las cifras de la economía sumergida también aumentan, paradójicamente, entre las reducidas tasas de crecimiento de algún sector productivo.
O sea, que habrán venido más turistas y tal y tal, pero que nadie tire voladores. Es lo que parece desprenderse de determinados análisis. Si hay, un suponer, cincuenta empleados para atender un 60% de ocupación del establecimiento, con los mismos hay que seguir aunque se hospeden más clientes. Ni un mísero contrato temporal para repescar a quienes ingresaron en el paro o para dar una oportunidad a quienes aspiran a tener su primer empleo.
Conclusión: no mejora el enfermo.
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