Canarias, tierra de contrastes. O Canarias, paraíso de las desigualdades. O Canarias, balanza sin fiel. O Canarias, territorio de paradojas. O Canarias, eterna incertidumbre.
No, no se trata de un concurso de eslóganes ni de respuestas a la búsqueda de algún reclamo publicitario original.Son frases, en todo caso, aptas para resumir las vivencias de ayer mismo: desayunábamos con los excelentes registros turísticos, aireados -¡faltaría más!- desde Berlín donde representantes institucionales y agentes del sector comparecen en una cita primordial para entender la evolución y las tendencias de los mercados. Más de novecientos mil turistas en febrero, muchos de ellos prestados, pero cifras como las anteriores a la crisis, como eran inimaginables entre la primera semana de enero y la llegada de carnavales en ese particular almanaque que empresarios, directores y profesionales cuelgan cada año, se supone que para planificarlo con un mínimo de rigor, expectativas, autos de fe y cuentos de la lechera. Toca decir ahora a los empresarios cuáles son las cantidades aptas para ir generando empleo, que para eso, hasta el presidente Rivero les viene apretando.
Pero almorzábamos con datos bien distintos. La Asociación de Grandes Empresas de Trabajo Temporal hacía público el Avance del Mercado Laboral y situaba a la Comunidad Autónoma de Canarias como la segunda en la tabla de índices de miseria, con una tasa del 30,61 por ciento, sólo superada por Andalucía.
Los índices son resultante de sumar las tasas de paro e inflación. El archipiélago canario es el territorio nacional que más ha visto aumentados sus registros: 15.7 puntos porcentuales. Casi nada. Cierto que España era, en enero pasado, el país de la Unión Europea con un mayor índice de miseria, casi el 24 por ciento, prácticamente doblando la media comunitaria. Pero que dentro de lo peor seamos de los peores viene a confirmar que no hay avances, que existe un estancamiento claro, que las políticas que se aplican no surten efecto positivo.
Claro: si al desempleo galopante se une el coste de la vida, la cesta de la compra o como ustedes lo quieran decir, no son de extrañar estos datos que nos eran familiares con Caritas y ahora cobrarán más relieve con esa Asociación de Grandes Empresas de Trabajo Temporal.
Y entonces comprobábamos los contrastes, cómo la bonanza matinal era muy efímera: apenas horas para comentar un hecho positivo, diluido entre los dramas en cuyos escenarios se habla ya de miseria, hecho que será aprovechado por los agoreros del catastrofismo que huyen hacia adelante en busca de la independencia imposible.
Que nadie tire voladores entonces con la favorable coyuntura geopolítica que propicia el desvío de miles de turistas hacia nuestro infalible sol y playa. Más bien, procede reflexionar -¿queda un hueco para eso después de tanta zozobra?- sobre cómo al cabo de veintiocho años de autogobierno aún andemos debatiendo modelos y fórmulas. Y cómo las políticas activas de empleo siguen pareciendo música ininteligible.
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