Una información periodística aparecida en el periódico ‘El Día’, sustentada en informes técnicos de la Intervención General del Cabildo Insular de Tenerife, alerta de la delicada situación que atraviesa la sociedad pública Casino Taoro S.A., hasta el punto de advertir los evidentes riesgos de disolución, hasta ahora contenidos por un denominado ‘préstamo participativo’ que permite engrosar el patrimonio de la entidad. Según la misma información, es previsible el cierre del ejercicio 2011 con pérdidas que superan ligeramente el millón de euros que dejarían el déficit acumulado en 6,7 millones al final del presente año.
En el fondo de los datos contables, late la desaparición del casino, actualmente emplazado en el complejo turístico ‘Costa Martiánez’ desde que fue decidido su traslado, hace unos años, desde el inmueble que albergaba el antiguo hotel, como consecuencia de sus malos y nada rentables resultados económicos.
Nos tocó desde la alcaldía afrontar aquella decisión, pactada con el Cabildo Insular, la única posible si se quería salvar el establecimiento cuyas pérdidas venían siendo apreciables, no sólo por el auge turístico del sur sino por la apertura de otro casino en Santa Cruz de Tenerife. Este hecho determinó que muchos jugadores habituales, residentes en la capital o área metropolitana, prefirieran ahorrarse el desplazamiento al Puerto de la Cruz, pese a seguir reconociendo la calidad del servicio y el distinguido ambiente que reunían el establecimiento portuense.
Aquella fue una operación (mandato 1999-2003) que se materializó en ventajosas condiciones para el Ayuntamiento portuense. Se pensó en un revulsivo que tendría el valor añadido de parte de las instalaciones de ocio del complejo ‘Costa Martiánez’, cerradas desde hacía años y en abierto proceso de deterioro. Su utilización nocturna era un nuevo aliciente. Se creía que situar la sala de máquinas en el antiguo Lido San Telmo, con acceso directo desde la avenida Colón y abierta al público desde media mañana, podría reportar ingresos que favorecieran la recuperación de la sociedad.
Por lo que se desprende de los balances económicos, la fórmula no ha resultado. Y las pérdidas acumuladas hacen temblar los cimientos de la sociedad pública, participada íntegramente por el Cabildo Insular tinerfeño. La citada información periodística alude a los informes de la Intervención de la institución en los que, si bien se señala que aún no se está en las coordenadas de las causas legales de disolución, poco falta pues el debilitamiento del patrimonio condiciona la capacidad de la empresa para recuperar sus activos y hacer frente a los pasivos, basándose en el apoyo financiero y patrimonial de los accionistas.
En definitiva, que el casino del Puerto de la Cruz puede cerrar. Esto es lo inquietante. Eso significaría la pérdida de otro elemento de la oferta turística de la ciudad, llamado precisamente a cualificarla. Tres casinos en una isla suponen un hecho difícilmente sostenible. No hay clientes para tanto juego. Porque la crisis general también afecta al sector, según ha podido constatarse.
Pero el debate no es ahora dilucidar si la decisión del traslado fue acertada o no. Ni siquiera pensar en otro. Se trata, más bien, de estudiar la viabilidad del establecimiento con los incentivos que proceda acometer. Que los hay, seguro. La inversión pública que sustanció la mudanza al Lago no es cuestión de tirarla, sin más. Pero sí hay una obligación de frenar las pérdidas mediante los reclamos que se imaginen.
La ciudad no está para perder más atractivos. Procede, por tanto, aunar criterios, ideas y energías para impedir que desaparezcan elementos llamados a cualificar el destino turístico diferenciado. Ese es el debate.
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