El ex tesorero del Partido Popular (PP), Luis Bárcenas, ha metido a esta organización política en un delicado en medio de un no menos delicado proceso, a seis días del comienzo del juicio sobre su presunta financiación ilegal y en plena campaña electoral de Catalunya.
Bárcenas, a la espera de otras deposiciones cuando llegue el momento, confiesa en una carta dirigida al fiscal: “...El partido se financió ilegalmente entre 1982 y 2009… Algunas de las donaciones que recibió el PP eran a cambio de contratos públicos… Mostré los papeles a Rajoy y los destruyó. Me guardé una copia… Denuncio presiones del partido para guardar silencio sobre la caja B…”.
Desde luego, es un disparo a la línea de flotación del PP, de modo que, a la espera de los efectos del impacto –unos se desmarcan, otros guardan silencio y el propio Bárcenas exonera a los actuales dirigentes-, ya solo quedan aguardar las resoluciones judiciales correspondientes para despejar la asunción de responsabilidades.
El ex tesorero buscó en su día que su esposa, Rosalía Iglesias, no ingresara en prisión. Debieron darle esperanzas -por decir algo benevolente- por lo que guardó silencio. Hasta que la justicia determinó precisamente lo contrario. Iglesias está en prisión y viéndolo todo perdido, Bárcenas se decidió a hablar.
No es cuestión de conjeturar más: en este punto del proceso, con casi todas las cartas sobre la mesa, hay que dejar que la justicia complete su trabajo.
Y entonces, con las decisiones sobre la mesa, ya se verá el alcance de la mancha y del escándalo. De momento, Bárcenas dixit, vaya mancha.
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