De modo que ahí están los frutos (estimados Carmen, Charo y Eladio) de ese legado de José Agustín Álvarez Rixo generosamente donado a la Universidad de La Laguna. De modo que el equipo que trabaja con los Fondos Especiales de la biblioteca de la institución universitaria tiene en su haber un hallazgo de indudable valor, dadas las circunstancias: el único ejemplar de un periódico que se daba por desaparecido y del que se dudaba que hubiera existido.
De modo que, con el descubrimiento en las manos, se sabe que era un bisemanario (aparecía miércoles y sábados), que tenía su sede (redacción y administración) en Los Llanos (¿de Martiánez?) y que disponía del teléfono número 10. Se llamaba El Censor y aparece un día de San Juan (24 de junio de 1914). Se proclama, en su cabecera, “Diario de intereses generales e información”, y la suscripción costaba una peseta al mes. Esta primera edición ya establece un programa de intenciones, reivindica un cementerio civil y publica un trabajo médico sobre “El tratamiento de la viruela en las palomas y aves de corral”. De modo que Benjamín Padrón García figura como director.
Y lo contenta que debe estar la historiadora portuense –actualmente ocupada en otros menesteres- Milagros Luis Brito, quien ha comprobado que también figura en la descubierta publicación el abogado y escritor, también portuense, Luis Rodríguez Figueroa, concejal de 1912 a 1915 -- primera etapa de una densa carrera política-, al que dedicó un profundo estudio, ganador del premio de investigación histórica ‘José Agustín Álvarez Rixo’ y que cristalizó en su primer libro.
Este ejemplar de El Censor ya está disponible y con acceso libre en la prensa canaria digitalizada de la biblioteca universitaria lagunera.
Hay que congratularse pues de este descubrimiento que pone de relieve la inquietud periodística que anidó en el Puerto de la Cruz. En la información de la agencia Europa Press, se señala que los legados y grandes donaciones de personajes relevantes de las islas ofrecen a la Biblioteca de la Universidad de La Laguna la oportunidad de descubrir, difundir y conservar para la sociedad canaria muchos documentos (manuscritos o impresos, dibujos, fotografías o partituras) que de otra manera se habrían perdido. Por esta razón se les dedica tanto tiempo y esfuerzo, así como un tratamiento especializado que se realiza con mimo por parte del personal encargado”.
Es obligado agradecer a todos los que han intervenido su celo y su destreza. Los descendientes de Álvarez Rixo ya citados hicieron muy bien en conservar y luego donar a la Universidad de La Laguna un valiosísimo patrimonio documental, apto para seguir hurgando en nuestra historia y para proporcionar, desde el marco adecuado, la posibilidad de conocer piezas como la que comentamos, gracias a la cual sabemos más cosas de aquellos principios de siglo XX en un municipio que puede presumir de que por sus orillas atlánticas entraron las ideas de la Ilustración.
Un hallazgo, desde luego, digno de felicitación.
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