Lo fue el Lago, en los años setenta, la gran idea de César Manrique, su obra cumbre, completando el complejo turístico “Costa Martiánez”. Fue el anticipo, aquí en Canarias, de las distintas visiones de parques marítimos. Una infraestructura vital para el Puerto de la Cruz. Y unas instalaciones que, a lo largo del tiempo, han servido como nutriente de los ingresos municipales, como fuente de riqueza y generación de empleo y como impacto de la necesaria proyección del municipio turístico.
Y ahora hay que incidir en el parque marítimo, el “eterno” proyecto. No son buenos tiempos para la inversión pública pero alguna vez habrá que impulsar una iniciativa singular que permitiría, por fin, el aprovechamiento de una franja de terreno ganada al mar y que significó, en su día, una importante inversión hecha con recursos propios.
Es lo que falta para un tratamiento más o menos integral del litoral portuense, con partes perfectamente diferenciadas: piscinas, zonas naturales de baño, playas debidamente acondicionadas…
El proyecto, en fin, por múltiples circunstancias, lleva estancado un largo, larguísimo trecho. Se habla de él de forma recurrente, o cuando se trata de explicar la historia más reciente: los intentos, las visiones, las posibles fórmulas, las negociaciones… Al final, frustración.
La conclusión, la señalada al principio, es que el parque marítimo tiene que ser al Puerto de la Cruz en la próxima década -parece un tiempo razonable, ¿no?- lo que el Lago en los años setenta y ochenta. Ese es el reclamo. Ese debería ser el objetivo: disponer de una infraestructura atrayente y potente, modernista, avanzada, que combinara usos acuáticos y recreativos y que, a ser posible, con las debidas regulaciones de sus actividades, funcionara la veinticuatro horas.
Por lo tanto, ahora que se estrena un nuevo ciclo político y hay un Consorcio y, lo más importante, hay coincidencia generalizada en que la revitalización de la ciudad y de su destino turístico es una tarea prioritaria, se trata de impulsar un proyecto de esa envergadura para empezar a hablar con propiedad de un nuevo Puerto de la Cruz.
Porque en el actual, por cierto, se registran algunos problemas y algunos vicios que ponen al desnudo situaciones preocupantes. Es lo que sucede, ya que hablamos del Lago, con sus instalaciones. Algunos usuarios habituales del complejo turístico “Costa Martiánez” no hablan bien del estado de aquéllas ni de algunos servicios que en las mismas se prestan. El abandono es palpable, dicen; y las carencias, en tiempos como el veraniego, se hacen más palpables. Un deterioro notable que no se arregla ni con parches ni con los anuales trabajos de mantenimiento que obligan al cierre del complejo durante una temporada. Y entre que no hay personal o el que está (al menos, parte del mismo) no parece muy diestro o acredita un comportamiento que inspira quejas o rechazo, el malestar, por lo que se oye, se ha venido acrecentando. La pérdida de calidad en las prestaciones es un hecho evidente. Malo.
Si esta situación se prolonga, el daño puede ser de incalculables proporciones. El complejo tiene que ser un espejo, una referencia para cuidar con mimo y esmero. Los responsables políticos ya deberían estar tomando alguna iniciativa, distinta a la de contratación de personal en épocas de conveniencia, ya saben.
Porque no queremos ser mal pensados y admitir que tanto abandono tiene como finalidad propiciar las condiciones para que las instalaciones sean privatizadas.
Que eso le sucediera a la ‘joya de la corona’, tras su significación histórica, social e identitaria, sería muy lamentable.
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