Los portuenses deben estar muy hartos de la política municipal. Hartos, escépticos, desmotivados, indolentes... Todo les empieza a ser indiferente. Nada parece atraer su atención, identificarse con alguna causa, hacer suyo algún problema, procesarlo y aportar alguna solución. A su tradicional postura acomodaticia, que se pudo entender en otras épocas más prósperas, y a su escaso apego a la vida asociativa, se unen, en pleno anquilosamiento de la ciudad y en plena recesión económica, el pasotismo, la resignación y la insensibilidad, factores que, desde luego, no son los más deseables en cualquier evolución sociológica.
Las últimas señales son muy preocupantes. Advertimos una de ellas el sábado de la constitución de la nueva corporación municipal. Es costumbre, diríase que inveterada, desde 1979, que al finalizar las formalidades en el interior de las casas consistoriales, ya con todo resuelto y decidido, que el nuevo alcalde y los miembros del futuro gobierno local saluden desde la balconada. Es costumbre que en el exterior del Ayuntamiento, antes en la explanada de El Penitente y después en la plaza de Europa, se concentrasen centenares de personas a la espera de esa salutación y para dedicar un primer aplauso de ánimo a los nuevos regidores, sin perjuicio de desahogar euforias comprensibles.
Pues ese sábado no ocurrió así. Menos gente de la habitual, desde luego, y menos entusiasmo. Y fíjense que no creemos se debiera al propio resultado de la sesión que, más o menos, podía esperarse, sino que obedecía a ese cansancio, a ese hartazgo al que aludimos al principio. Que la política local llegue a aburrir hasta esos extremos, que no se interrumpa esa tónica ni siquiera en la jornada que, supuestamente, abre un nuevo mandato corporativo, refleja un conformismo y una indiferencia que refuerzan la indolencia. No es bueno, no.
Hay otros hechos que abundan esta impresión. Por ejemplo, ¿qué pasó con el edificio 'Iders'? Su insólita situación se ha eternizado. Independientemente de la no menos insólita resolución judicial que obligaba a entenderse a las partes que han entablado un litigio sin igual, se comprende que una parte de los propietarios, cansada de años de lucha sin apenas fruto, haya arrojado la toalla, actitud que igual es la que espera la otra parte para terminar imponiéndose en su particular confrontación.
Lo cierto es que del 'Iders' no se volvió a hablar. O al menos con el nivel de trascendencia pública que es deseable para intentar impulsar alguna soluición. Y allí, en Martiánez, en pleno proceso de reacondicionamiento, languidece el inmueble para escarnio de todos, para vergüenza de propios y extraños, para imposible respuesta de turistas que se ufanan de haber repetido su visita al Puerto de la Cruz y encontrarse, desde hace casi dos décadas, con la misma estampa de incapàcidad, abandono y desencuentro.
Lo ocurrido con el equipo de waterpolo del Club Natación Martiánez esta semana es otra prueba de lo que decimos. En lo deportivo, su representación de la ciudad, de la isla y de la Comunidad Autónoma ha sido bastante estimable. Cierto que sus dirigentes no han sabido o no han podido propiciar una mínima estructura social que proyectase el nombre del equiipo y propiciase la identificación de los ciudadanos, incluso de los menos aficionados o de los menos entendidos.
Pero el Martiánez ha perdido en los despachos lo que supo defender en las piscinas -a veces con brillantez y siempre con coraje y vergüenza deportiva- y, sobre todo, en las frías aguas de la municipal. No ha podido hacer frente a las obligaciones federativas y deja su plaza en la División de Honor. ¡Cómo duele! Lo de menos -bueno, no tan de menos- es la cuantía de lo que se le exigía al club. Pero que no haya habido una mínima movilización social y deportiva, que no se haya extendido una impresión de solidaridad entre la ciudadanía y entre los propios medios de comunicación, que no haya habido una respuesta institucional siquiera como colaboradora, habla bien a las claras de la indolencia consignada en las primeras líneas.
Los portuenses no quieren saber nada. Esa es la conclusión a la que se llega. Ni siquiera las expresiones más comunes, como ¡vaya desastre!, justifican tanto conformismo, tanta insensibilidad. No nos comprometemos y no nos duielen las cosas. No cuidamos nuestros propios valores.
Esto es lo más preocupante. Que una sociedad se entregue así al ostracismo. ¡Vaya porvenir!
1 comentario:
Nunca estuve tan de acuerdo con un articulo como este,actualmente la dejadez de las instituciones y demás organismos deportivos y la poca presión social nos ha llevado a este desgraciado desenlace.Creo recordar que todo empezó en año 1978-79 el waterpolo empezaba a nacer en el Puerto y el primer entrenador que tuvimos fue Miguel Pesarrodona que fue internacional con España. También tuvimos la suerte de ver unos campeonatos de Europa en las piscinas martianez y la suerte de realizar un entrenamiento con el seleccionador de España en fin vagos recuerdos que hoy recuerdo con mucha pena
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