Por un voto ha perdido la mayoría Ramón Miranda, alcalde de Garachico, quien se piensa su continuidad en la corporación y parece dispuesto a dar un paso al costado para no ser obstáculo en negociaciones que permitan a su partido seguir gobernando en el municipio. A tres votos se quedó Fidela Velázquez, nueva alcaldesa de San Juan de la Rambla, de ganar con mayoría absoluta. Y seguro que, como éstos, hay muchos casos en todo el país.
Son los que sirven para apreciar mejor el valor de un voto. Un de uno, de cantidad. Seguro que en los casos citados no faltarán quienes se estarán lamentando de no haber acudido a las urnas. Por un solo voto se pierde una mayoría. Por sólo tres votos no se alcanza. Y claro, eso conlleva poner en peligro la gobernabilidad o dar pie a combinaciones que terminan desvirtuando el sentido mayoritario del electorado.
Se lamenten pero que sepan que no hay nada que hacer. Tanto fomento del abstencionismo produce estos hechos. De ahí que las apelaciones al ejercicio del sufragio, por parte de políticos y de personas de toda condición que saben lo que se juega en cada cita electoral, nunca sobran. La participación es uno de los datos básicos para auscultar la salud y la madurez democrática de una sociedad.
Votar es primordial. Que se lo digan a quienes se han quedado en puertas de una mayoría o a quienes han tenido que afrontar un proceso de negociaciones para garantizar la estabilidad y la gobernabilidad de una institución.
Quienes hacen dejación, quienes se desentienden de las urnas tienen en estos casos un claro ejemplo de lo que significa su actitud.
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