lunes, 18 de julio de 2011

CAYETANO

Seguro que se acordará de cuándo hacíamos cola para coger turno en el antiguo edificio de Correos y Telégrafos y transmitir la información vía telex. O cuando l,os dos estuvimos pendientes de Petra Kelly, líder de Los Verdes alemanes, en el exterior del hotel Botánico, invitada por el malogrado Paco Afonso a una edición del Festival Internacional de Cine Ecológico y de la Naturaleza. O cuando Jaime Lusinchi, aún candidato a la presidencia de la República de Venezuela, nos hizo esperar (para nada, para después no hacer declaraciones) en otro hotel portuense. O cuando buscaba desesperadamente, en la urbanización La Paz, una cabina telefónica desde la que anticipar la noticia de una censura a Félix Real que nunca se consumó, pese a que “cayó el tesegue”, titular que empleó en una apresurada crónica de vísperas...
Y así, sucesivamente podríamos contar numerosos episodios de andanzas informativas y periodísticas que vivimos juntos o compartimos en el Puerto de la Cruz, en el valle orotavense y otras localidades norteñas. Convertido al judaísmo, Rafael Ben Abraham jamás dejó de ser Cayetano Barreto, el Cayetano a secas que conocimos siendo candidato al Senado por el Partido de los Trabajadores y que ahora pone punto fin a treinta y tres años de quehacer profesional contrastado en distintos medios, el entusiasta y respetable Cayetano, delegado de 'El Día' que, una noche, para cubrir un carnavalero baile de disfraces se disfrazó de Xavier Vinader, un colega de enorme parecido físico algunas de cuyas cuyas publicaciones en 'Interviú', si no recordamos mal, le privaron de libertad. Cayetano posó aquella noche con Eligio Hernández en pleno tránsito de éste desde la Delegación del Gobierno a la Fiscalía General del Estado y la foto, de Carlos Cabezola, quedó colgada durante años, para regocijo general, en la desaparecida cafetería 'Oasis', donde tantas veces coincidió con Mariano López Palacios y César Ortega en la diaria búsqueda de información.
Cayetano ha sido el periodista todoterreno, el informador vocacional y cumplidor, amante del costumbrismo local y narrador de otros valores locales que se ha encargado de exaltar durante más de tres décadas, buscando material para llenar páginas y convirtiendo en noticia querencias, vivencias, anécdotas y episodios de personajes que han permanecido en el anonimato o no han podido ver reflejada su dedicación en las páginas impresas.
Barreto, además de informar, obsequiaba a sus lectores, dominicalmente, con textos cortos -rubricados con el seudónimo Herzog- en los que destilaba su filosofía de la vida, en los que escribía abstracciones metafóricas para lanzar mensajes singulares o interpretaciones de la cotidianeidad. Esos textos son la base de sus pinitos literarios, de sus dos libros, Preludios y La ranilla, que se leen en cualquier momento para entender las aristas de su personalidad.
Para hacerse una idea del respeto que ha sabido ganarse, Barreto fue elegido presidente perpetuo -sin objeciones ni censuras posibles- de la peña de informadores del norte que, antes de la crisis, venía reuniéndose una vez al año en fechas navideñas para debatir los asuntos más controvertidos del año.
La peña, por cierto, le recibió con alborozo después de un incidente en el que se vio implicado en Jerusalén y que motivó alguna gestión apremiada cuando andábamos por la Delegación del Gobierno. Llegamos a temer lo peor pero, por fortuna, Cayetano Barreto salió airoso y hoy puede contarlo. Seguro que ahora, al cabo de treinta y tres años de periodismo activo, dispone de experiencia, sosiego y tiempo para hacerlo. Porque le queda su sitio web.
Y porque las ganas de seguir comunicando no se le han agotado. Seguro.
¡Shalom!

No hay comentarios: