Total, que el fútbol de competición oficial o seria está aquí de nuevo. El fútbol de verbena de los veranos de antes se vio transmutado con partidos en América y Asia, por aquello de promocionar y beneficiarse de la expansión de mercados donde algunos equipos son tratados como la excelencia y sus jugadores como figuras individuales que desatan pasiones. Ahora hay dos espectáculos: el de las canchas y el de las llegadas a los aeropuertos, donde la policía del lugar se las ve y desea para controlar la admoiración que despierta la cercanía de sus ídolos.
Vuelve el fútbol con su primera gran controversia: la dispersión h0raria. Al menos en las dos primeras jornadas que se disputarán en tres días, de sábado a lunes. No es de extrañar la reacción de descontento de los aficionados en general, también en esas encuestas no científicas que las ediciones digitales de los medios colocan para pulsar el ambiente y también, a qué engañarnos, para rellenar espacio.
Así, se va a jugar entre la tarde del sábado y la tarde-noche del lunes, esta última la más rechazada por los propios profesionales, a los que se altera su planificación semanal. Hasta el domingo al mediodía, habrá partidos. Y por la tarde, como que empezando a las cuatro, harán bueno aquel célebre título de 'La Codorniz', "hasta en la sopa".
Los derechos de imagen y la conveniencia de la programación de las cadenas que los poseen, con su proyección hacia otros continentes, traen causa de esta dispersión horaria que confundirá a quienes anden aún de vacaciones y obligará en redacciones a trabajos no convencionales. No les queda nada a los editores. Hasta la magia de las conexiones simultáneas, de los goles anticipados por un pitido o una señal, va a menguar. Se echará de menos.
Pero, en fin, este retorno de las competiciones -¿recuerdan cuando en España hasta septiembre no comenzaban?- estará caracterizado por una incomodidad manifiesta. El asunto tendrá un carácter experimental y en pleno agosto, mucho más. Pero el negocio es el negocio y hay que amoldarse si se quiere participar de los beneficios, máxime en tiempos de crisis. ¿El aficionado? Total, que se fastidie. A fin de cuentas, si lo es de verdad, querrá saber de su equipo a la hora que sea. Y de todos, en cualquier momento.
Por cierto: los grandes perjudicados, los clubes de categorías inferiores. A jugar casi en familia.
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