Ashotel, la patronal hotelera, promoviendo una conjunción de empresarios que inviertan en la dinamización de actividades en la ciudad. La misma entidad, en colaboración con otros organismos y los ayuntamientos, tratando de coordinar la oferta promocional de los municipios turísticos del norte. El Consorcio Turístico para la Rehabilitación del Puerto de la Cruz, planteándose que la ciudad disponga de su propia marca de producto turístico.
De repente, ¿todo? ¿Se reanima el depauperado gigante? ¿Conciencia, por fin? ¿Han visto algo más que las orejas del lobo? Dejémoslo, de momento, en un “algo se mueve”, porque se necesita algo más que buenas intenciones para intentar remontar. Y es que históricamente, cada comienzo del mandato viene caracterizado por muchas reuniones de este tipo: visiones, análisis, estrategias, opciones, coordinación, intercambios, unidad... tantos conceptos que a medida que pasa el tiempo se van diluyendo en un día a día que desborda y no deja ver el bosque. Al final, poco queda o poco se avanza. Los problemas casi siguen siendo los mismos.
Pero, bueno, aún siendo natural y consecuente el escepticismo, no se trata de amargar estos primero pasos ni tan buenos y saludables propósitos. Las iniciativas deben cristalizar, entre otras cosas porque los diagnósticos están hechos ya. Todos o casi todos. Se trata ahora de las terapias, de las soluciones, de ejecutar -con los instrumentos que sean capaces de dotar- aquello que se estime adecuado para salir del actual 'bajo mínimos'. Ojalá se impliquen cuantos agentes sociales sean conscientes de que, por un cúmulo de circunstancias de distinta naturaleza, ha sido imposible frenar la decadencia. Y de que esto sólo se levanta entre todos, a base de ilusión y tenacidad, a base de trabajo comprometido.
Porque esta recesión que ha golpeado con fuerza a a la ciudad, llevándose por delante hoteles y establecimientos, puestos de trabajo y hasta medios de vida, aún amenaza con más efectos negativos, con más cierres. Es lo que hay que atajar y sólo se logrará a base de realidades tangibles que admiten poca demora. Es invertir la tendencia. Y si nos apuran, hasta el proceso.
Porque fijémonos en que se trata de producir un vuelco en el mismo modelo productivo pues, sobre todo en el Puerto de la Cruz, no hay alternativa. Agotadas las potencialidades que dieron lustre y esplendor durante décadas, se trata ahora de aprovechar la experiencia para explorar otras -que las hay-, madurarlas y consolidarlas. No para retornar al pasado; sí para abrir caminos, innovar y disponer de activos que diferencien el producto y lo hagan sostenible.
De modo que ojalá todos esos movimientos condensados en el primer párrafo no sean flor de un día, como lo fueron en el pasado otros primeros pasos de proyectos frustrados. Hay razones para el escepticismo pero también para pensar que es el último tren el que está pasando y que hay que subirse. Eso sí: con fundamento, con razones, con equipaje lleno de ideas y de capacidad para no permanecer aletargados ni prolongar la agonía.
De repente, ¿todo? ¿Se reanima el depauperado gigante? ¿Conciencia, por fin? ¿Han visto algo más que las orejas del lobo? Dejémoslo, de momento, en un “algo se mueve”, porque se necesita algo más que buenas intenciones para intentar remontar. Y es que históricamente, cada comienzo del mandato viene caracterizado por muchas reuniones de este tipo: visiones, análisis, estrategias, opciones, coordinación, intercambios, unidad... tantos conceptos que a medida que pasa el tiempo se van diluyendo en un día a día que desborda y no deja ver el bosque. Al final, poco queda o poco se avanza. Los problemas casi siguen siendo los mismos.
Pero, bueno, aún siendo natural y consecuente el escepticismo, no se trata de amargar estos primero pasos ni tan buenos y saludables propósitos. Las iniciativas deben cristalizar, entre otras cosas porque los diagnósticos están hechos ya. Todos o casi todos. Se trata ahora de las terapias, de las soluciones, de ejecutar -con los instrumentos que sean capaces de dotar- aquello que se estime adecuado para salir del actual 'bajo mínimos'. Ojalá se impliquen cuantos agentes sociales sean conscientes de que, por un cúmulo de circunstancias de distinta naturaleza, ha sido imposible frenar la decadencia. Y de que esto sólo se levanta entre todos, a base de ilusión y tenacidad, a base de trabajo comprometido.
Porque esta recesión que ha golpeado con fuerza a a la ciudad, llevándose por delante hoteles y establecimientos, puestos de trabajo y hasta medios de vida, aún amenaza con más efectos negativos, con más cierres. Es lo que hay que atajar y sólo se logrará a base de realidades tangibles que admiten poca demora. Es invertir la tendencia. Y si nos apuran, hasta el proceso.
Porque fijémonos en que se trata de producir un vuelco en el mismo modelo productivo pues, sobre todo en el Puerto de la Cruz, no hay alternativa. Agotadas las potencialidades que dieron lustre y esplendor durante décadas, se trata ahora de aprovechar la experiencia para explorar otras -que las hay-, madurarlas y consolidarlas. No para retornar al pasado; sí para abrir caminos, innovar y disponer de activos que diferencien el producto y lo hagan sostenible.
De modo que ojalá todos esos movimientos condensados en el primer párrafo no sean flor de un día, como lo fueron en el pasado otros primeros pasos de proyectos frustrados. Hay razones para el escepticismo pero también para pensar que es el último tren el que está pasando y que hay que subirse. Eso sí: con fundamento, con razones, con equipaje lleno de ideas y de capacidad para no permanecer aletargados ni prolongar la agonía.
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