Quince cuadros que condensan medio siglo de arte. El Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, con sede en el Puerto de la Cruz, rescata el mar de su colección para exhibir parte de la misma en la apertura de los actos conmemorativos del 12 de octubre. Se trata de una esmerada selección que puede contemplasrse desde anoche en presencia de la profesora Rosina Gómez-Baeza Tinturé, de raíces portuenses, que hoy disertará en el Ayuntamiento bajo el sugerente título "Emergencias. Una mirada contemporánea a la creación actual en el Nuevo Mundo".
La selección sirve para contrastar las visiones del mar experimentalista y más convencional. Acke Fornandez, por ejemplo, dejó en 1953 un óleo de cómo interpretó San Telmo. Y un Weyler, sin título, en 1987, plasma la majestuosidad de las olas atlánticas.
El mar ha sido uno de los principales motivos de exposición para los artistas. Aquellos que expusieron en el Instituto, a lo largo de su historia, legaron una obra que enriquece sus fondos. Una litografía de Pepe Dámaso, de 1991, luce trazos brillantes frente a los Témpanos azulados, una composición fotográfica a color de Pedro Real Carballo de 1998. No faltan las acuarelas: el litoral norte de Tenerife, del alemán Bruno Brandt, incorporada en 1957, y la plasmación del refugio pesquero de la localidad por el siempre recordado Gregorio Abalos, en 1961. Marinas, embarcaciones, Punta del Hidalgo, Los Cristianos... la selección refresca la vida del mar.
Vida que sigue estando en unos fondos que esperan mejoe destino. La oportunidad sirvió para hacer la enésima apelación a disponer algún día de un marco adecuado para contemplar la riqueza de dichos fondos. La lucha de los dirigentes del Instituto es tenaz, aún en tiempos de crisis. Ya dieron en su día un paso de gigante con la residencia, en la Casa de la Aduana, del Museo de Arte Contemporáneo Eduardo Westerdhal. Ahora, las adversidades, las incomprensiones y la crisis misma no frenan su voluntad de contar con un recinto digno para albergar una pinacoteca excepcional que la vea todo el mundo.
Por ahora, hemos de conformarnos con una selección que condensa medio siglo de sensibilidad pictórica frente al océano.
Que no está nada mal, desde luego.
La selección sirve para contrastar las visiones del mar experimentalista y más convencional. Acke Fornandez, por ejemplo, dejó en 1953 un óleo de cómo interpretó San Telmo. Y un Weyler, sin título, en 1987, plasma la majestuosidad de las olas atlánticas.
El mar ha sido uno de los principales motivos de exposición para los artistas. Aquellos que expusieron en el Instituto, a lo largo de su historia, legaron una obra que enriquece sus fondos. Una litografía de Pepe Dámaso, de 1991, luce trazos brillantes frente a los Témpanos azulados, una composición fotográfica a color de Pedro Real Carballo de 1998. No faltan las acuarelas: el litoral norte de Tenerife, del alemán Bruno Brandt, incorporada en 1957, y la plasmación del refugio pesquero de la localidad por el siempre recordado Gregorio Abalos, en 1961. Marinas, embarcaciones, Punta del Hidalgo, Los Cristianos... la selección refresca la vida del mar.
Vida que sigue estando en unos fondos que esperan mejoe destino. La oportunidad sirvió para hacer la enésima apelación a disponer algún día de un marco adecuado para contemplar la riqueza de dichos fondos. La lucha de los dirigentes del Instituto es tenaz, aún en tiempos de crisis. Ya dieron en su día un paso de gigante con la residencia, en la Casa de la Aduana, del Museo de Arte Contemporáneo Eduardo Westerdhal. Ahora, las adversidades, las incomprensiones y la crisis misma no frenan su voluntad de contar con un recinto digno para albergar una pinacoteca excepcional que la vea todo el mundo.
Por ahora, hemos de conformarnos con una selección que condensa medio siglo de sensibilidad pictórica frente al océano.
Que no está nada mal, desde luego.
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