Nos conocimos hace décadas, en la
plaza Franchy Alfaro, de La Orotava, que servía para cancha de baloncesto
regional como para escenario de actuaciones musicales, cuando colaborábamos en
el vespertino ‘La Tarde’, aún dirigido por Víctor Zurita. Allí coincidíamos, él
firmando entonces como Grupo Martín Carmelo Zenaido, o sin grupo, como se
conocería luego a un trío de audaces reporteros que llevaban el periodismo en
las venas y apuntaban alto.
La publicación de amplios
reportajes sobre aspectos poco conocidos de la realidad, de la sociedad
emergente y de creadores que ya descollaban para cuajar en figuras que
caracterizaron el talento insular de una época, reclamaba la atención de
lectores que empezaron a entender que había otro periodismo, el que se hacía a
pie de calle, el que descubría valores, el que no descartaba la denuncia social
y el que nos acercaba a mundos por descubrir.
Martín Rivero estaba allí, con
papel y bolígrafo, o con aquellas grabadoras que acreditaban la revolución del
casette, útiles para todo, para una entrevista, para una grabación ambiental o
la que se hacía directamente desde un aparato de radio. Martín era inquieto y
curioso, exigente consigo mismo en búsqueda de ideas y de resultados que
llenaran, entrelíneas incluidas, el producto que se ofrecía. A medida
que fue creciendo, aquel periodista que se hizo a sí mismo, se vinculó al mundo
de la comunicación, en donde multiplicó amigos y contactos, aquí y allá, donde
fuera preciso con tal de acceder a una información o construir alguna historia
que estuviera plagada de datos o de recursos memorísticos.
Martín es uno de los periodistas
canarios de la Transición más destacado. Cubrió acontecimientos de todo tipo,
entrevistó a muchos visitantes, se esmeraba
en publicar puntualmente y le imprimió al trabajo periodístico (acaso porque no
conocía horarios) el ritmo que ya imponía el vértigo de la información
suplementado por la competencia galopante.
Junto a su hermano Carmelo,
dirigió La Gaceta de Canarias, y fue orientando personalmente su
autonomía, explorando las entretelas de las agencias y de los gabinetes que
llevaban a cabo las políticas de comunicación de empresas, entidades e
instituciones públicas. Fue un avanzado en ese sentido. Coincidimos en esas
tareas en el curso del desaparecido Festival Internacional de Cine Ecológico y
de la Naturaleza que tuvo como marco el Puerto de la Cruz. Y en la pasión por
el Real Madrid.
Fue corresponsal de El País y
de la revista ‘Triunfo’. Es coautor de algunos libros, entre ellos el dedicado
a Iñaki Gabilondo, Ciudadano en Gran Vía. También incursionó en la radio
hasta que se volcó en su faceta de promotor cultural, principalmente en la
vertiente musical. Impulsó la nueva canción popular canaria. Así reafirmó su
compromiso con la cultura, muy valorado entre los responsables del ramo en todo
el archipiélago. Promotor de festivales que marcaron la dinámica musical de las
islas y elevaron su dimensión internacional, en unos de ellos, en Arona, nos
presentó a Mario Benedetti. Los tres tuvimos entonces una sustanciosa
conversación. Martín Rivero trabajó
denodadamente por el prestigio cultural de Canarias. Miembro de la Asociación
de Periodistas de Tenerife, la suya, desde luego, es una trayectoria lucida. Le
recordaremos siempre.
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