Se agota el verano entre
repercusiones del crimen de un menor en un municipio de Toledo, Mocejón, apenas
cinco mil habitantes. De nuevo el odio, de nuevo el problema irresoluto del
daño y de los peligros en las redes sociales. Otra vez los peligros de que los
fanáticos, los populistas y los radicales, los odiadores, en fin, hagan lo que
les venga en gana, favorecidos por una alta dosis de impunidad.
El fiscal de Sala de la
Unidad de delitos de odio y discriminación, de la Fiscalía General del Estado,
Miguel Ángel Aguilar, explicaba días pasados en la cadena SER que un delito de
odio es una infracción penal de un hecho "que trae causa del rechazo a
determinadas personas por motivos como racismo, xenofobia o discapacidad”,
razón por la que anunció, tras conocer los pormenores del citado crimen, que la
Fiscalía va a estudiar los mensajes en redes contra menores. Aguilar recordó
que "tenemos en nuestras calles día a día agresiones hacia personas por
este tipo de motivaciones" e incide sobre "la difusión de insultos
racistas en acontecimientos deportivos", así como "las informaciones
falsas que, en determinados casos buscan señalar, estigmatizar, a personas
migrantes para despertar sentimiento de rechazo de la población hacia
ellas".
Esta sala de la Fiscalía analiza
cada caso concreto y tiene como objetivo supervisar y dar soporte técnico a los
fiscales. Según Aguilar, “hay que hacer una investigación muy rigurosa,
recopilar todo tipo de datos y después, valorarlos”. Es decir, se hace necesario contrastar la
entidad de los hechos, la gravedad de los mismos, la persona que afirma y su
capacidad de liderazgo, todo un contexto, tras el que actuar consecuentemente.
Quizá lo más llamativo de esta aportación
del fiscal Aguilar es que pueda significar el alumbramiento de una reforma del
código penal en dos direcciones: por un lado, posibilitando que los condenados
por cometer delitos de odio en las redes tengan que permanecer durante un
tiempo alejados de las mismas; y por otro, que los usuarios tengan que estar
perfectamente identificados. En efecto, se ha comprobado que muchas
investigaciones desde órganos policiales y judiciales no prosperan porque no es
posible identificar al autor o autores.
Claro que como es previsible que el fenómeno siga creciendo y
alcanzar una solución por esta vía puede demorarse, Aguilar también pide
implicación de otros estamentos para "educar y prevenir" y
desarrollar otras medidas para combatir el odio porque cree que es peligroso
fiarlo todo a la ley: "La ley no puede acotar qué se puede publicar y qué
no, es peligroso para nuestra democracia", sentencia, pero recuerda que sí
hay unos límites administrativos y penales.
Según la SER, haciéndose eco del testimonio del fiscal, se
percibe que "de una forma coral, desde diferentes ámbitos, hay una
estrategia de criminalizar, sobre todo, a sectores vulnerables de nuestra
sociedad (a los migrantes, a los menores no acompañados...)" pero cree que
la sociedad es inteligente: "Por nuestra propia historia, porque somos una
sociedad migrante... somos conscientes de la importancia que tiene la
inmigración y los rendimientos positivos que están dando a España, a nivel de
convivencia, cultural...", destaca. “Hace falta que los poderes públicos
implementemos todas las medidas necesarias”, afirma.
Los propios registros de la Fiscalía evidencian el incremento de
los delitos de odio, luego, independientemente del debate que se abra sobre esa
reforma, hay que actuar con decisión y valentía con tal de acabar con
tendencias y lenguajes alvisescos, cada vez, por cierto, más abundantes. Acaso,
simplemente, porque la impunidad habita en ciertas redes. Muchos comentarios no
tendrán trascendencia penal pero, en sí mismos, son muy odiosos, reprobables y
socavan nuestro modelo de convivencia.
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