El lleno fue el de las grandes
ocasiones. Cuando el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC), con
sede en el Puerto de la Cruz, se llena es porque el contenido del acto atrae o
porque hay invitados de lujo. O porque se cumplen años de una efeméride.
Esa tarde, además, iba a servir para
saldar una deuda, o un pendiente, que el virus se encargó de notar. Fue la
tarde del 28 de marzo en que la entidad cumplía setenta años de su fundación y
ahí estaba el historiador Eduardo Zalba para consignarlo, haciendo de maestro
de ceremonias. Si acaso, faltó una mención a Isidoro Luz Carpenter, primer
presidente; y a Antonio Ruiz Álvarez, que le acompaño como secretario en la
primera directiva.
Fue el acto en que la coral ‘Reyes
Bartlet’, hoy asociación cultural, recibía un más que merecido homenaje. El
colectivo siempre ha estado presente en las principales manifestaciones
culturales de la ciudad durante las últimas décadas. Numerosos premios avalan
su desempeño, contrastado en importantes convocatorias musicales españolas y
del extranjero.
La coral ha sido la de nuestras vidas, la de los portuenses, un
timbre de orgullo cuando su nombre ha aparecido protagonizando un vitalista
proceso de participación y renovación y un compromiso con la música vocal. Así,
la presidenta y la gerente de la entidad, Marina y Cristo Velázquez,
respectivamente, glosaron el reconocimiento tras una probada y esforzada
trayectoria en la que ha sido necesario luchar contra la escasez de
recursos. La reivindicación para acabar
con la precariedad era consecuente. Cristo lo hizo, por cierto, para obrar la
distensión, dirigiendo al público asistente con sonidos y lenguaje de signos,
haciéndolo interpretar, sobre la marcha, el “Cumpleaños feliz” que sonó
espléndido en el atentado y coqueto recinto de la calle Quintana.
A la profesora Margarita Rodríguez
Espinosa, dirigente del IEHC, le correspondió hacer la glosa de la segunda
homenajeada de la noche, Nieves García Hernández, junto con su madre, Nieves,
una verdadera puntal de la institución, siempre atenta, siempre velando por el
desarrollo puntual de las actividades y por la difusión adecuada de las mismas,
consciente de que sin cultura palidecía la personalidad de los portuenses.
Estuvo espléndida, certera, Rodríguez Espinosa, gran conocedora de la
homenajeada cuya biografía describió a grandes rasgos significando su
intervención en distintas
intervenciones. El vínculo de Margarita con el Instituto, desde la
adolescencia, se ha venido enriqueciendo con valiosas aportaciones históricas
para que en la historia queden registrados episodios y valores que nos hacen
quererlo más.
Yballa, la hija de Nieves, presente en
el acto, no pudo reprimir la emoción, cuando recogió la distinción y la ovación
cerrada de los asistentes. Eran los aplausos del recuerdo, de la memoria viva
de la cultura local. Nieves, siempre Nieves.
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