El timbre telefónico, el clásico, de toda la vida, alteró la quietud
vespertina dominical.
-Murió Fernando.
Sabíamos de su enfermedad, agravada en las últimas fechas, pero no
vislumbrábamos el fatal desenlace, a los 77 años. Fuimos lectores de Fernando
G. Delgado desde Tachero, su primera novela, a principios de los años setenta.
Fue algo más que un periodista: estábamos ante un intelectual distinguido, un
escritor sobresaliente, el hombre pausado y reflexivo que tuvo tiempo incluso,
en los últimos años de su vida, de hacer una incursión en la política activa,
allí en la Comunidad de Valencia, la que había escogido para residir, junto al
mar, como buen isleño.
Nos conocimos en la etapa de Radio Nacional de España (RNE), cuando hubo
oportunidad para intercambiar criterios sobre el vuelco que iba a experimentar
la radiotelevisión pública. Junto a una voz excepcional como la de José Antonio
Pardellas, que ejerció como director del Centro Emisor del Atlántico y luego le
reclamó para compartir tareas ejecutivas de dirección en la sede principal de
la emisora, ya en plena expansión. Dirigió Radio3 en 1981 y más tarde estuvo al
frente de RNE, ocupando en la dirección en dos etapas, de 1982 a 1986 (ya era
Eduardo Sotillos ministro portavoz del Gobierno) y de 1990 a 1991.
Y el salto a la Sociedad Española de Radiodifusión (SER), en una de sus
etapas gloriosas. Delgado dirigió el programa ‘A vivir’ desde 1996 hasta
2005, que fue cuando le dio el relevo a la actual directora de Hoy por Hoy,
Àngels Barceló.
En su larga trayectoria profesional también fue miembro del Consejo de
RTVE y en 1991 ocupó la dirección de Tele-Expo. En Sevilla, precisamente,
ejerciendo de director general de Relaciones Informativas del segundo gobierno
de Jerónimo Saavedra, tuvimos ocasión de profundizar en la relación
político-profesional.
En 2005 dejó el periodismo
activo para dedicarse íntegramente a la literatura. Algunas de sus obras más
populares son Exterminio en Lastenia, La mirada del otro o Sus ojos en
mí. Por algunas de estas obras recibió varios galardones, como el Premio
Planeta o el Premio Pérez Galdós. Además, como reconocimiento de su
trayectoria recibió un Premio Ondas Nacional de Televisión o una Antena de Oro
por su labor al frente del Telediario.
Luego tuvimos opción de admirar su sobriedad en la pantalla. Muy pocos
locutores la hacían sostenible como él.
Escritor sobresaliente, con una prosa
cautivadora, como lo acreditó en La mirada del otro, cuya trama de
emociones psicológicas elevaba las ansias del lector a medida que pasaba las
páginas. Vicente Aranda dirigió la película del mismo nombre, basándose en la
novela, sin suerte en el festival de Berlín, aunque más reveladora de su estilo
y de su mensaje fue otro título, Ciertas personas, cuya tensión
narrativa elevó al máximo.
Unas últimas consideraciones para hablar
de su incursión en política cuando residía ya en Valencia. Le correspondió, al
ser el diputado de más edad, la intervención de apertura de las Cortes
valencianas. Su ideario se resume en las
aspiraciones de igualdad. Un intelectual sencillo que siempre tuvo presente a
la isla, pese a residir mucho tiempo fuera de ella. Tan valiente como pausado,
tan equilibrado como audaz.
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