Falleció en el Puerto de la Cruz Domingo Pérez, popularmente conocido como Mingoles, un futbolista procedente de Las Palmas de Gran Canaria, arribado mediados los años sesenta del pasado siglo junto a Felipe y Marina. Los tres se afincaron en la ciudad turística, en los primeros intentos de transformar seriamente el fútbol regional, precisamente a base de incorporaciones de otras latitudes que cualificaron el potencial de los equipos y constituyeron por primera vez un auténtico mercado en el que se pujaba a medida que revitalizaban la rivalidad. Ahí estuvo, por cierto, Godoy, un auténtico revolucionario con sus novedosos sistemas de entrenamiento y su asombroso conocimiento de los adversarios a los que desconcertaba con esquemas tácticos muy novedosos.
Mingoles -fichado en aquellos tiempos en los que Juan Cruz Ruiz ejercía como cronista- jugaba de mediocampista, un todoterreno que estaba en los rincones del campo más insólitos. Bajito y dotado con un envidiable toque de balón, corría la cancha de arriba a abajo las veces que fuera necesario y se especializó en el lanzamiento a balón parado, faltas, penales o córners, lo que no obstó para que alguna ocasión hiciera goles de cabeza.
Pero su fuerte era el pase a corta y media distancia. Muy trabajador en la cancha, sabía desmarcarse para ir obteniendo la mejor situación con tal de canalizar posteriormente el ataque y el contrataque. El rey del pase, se le podía considerar. Mingoles era de los que sudaba la camiseta, de los que trabajaba de verdad. Le dolía el equipo, por eso se ganó el aprecio de aficionados de toda condición. En alguna oportunidad, mostró respetuosamente su desacuerdo con el juicio que nos había merecido su actuación publicado en alguna de las crónicas de entonces.
Forjó una familia en pleno barrio de pescadores. Alguno de sus hijos llegó a jugar muchos años después en los filiales y el primer equipo del Club Deportivo Puerto Cruz, cuando ya el fútbol regional declinaba irremediablemente y los equipos mermaron su potencialidad.
Mingoles será recordado por su aportación tan valiosa como silenciosa, por su dedicación ejemplar y por su integración en la sociedad portuense.
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