A este paso, la
factura del agua será más elevada que la de la luz eléctrica, vaticinó el buen
amigo con el que solemos compartir el primer café de los sábados. Su paso a las
clases pasivas no le ha impedido seguir analizando con pragmatismo la evolución
de los acontecimientos y de la actualidad, especialmente cuando nos acercamos a
los asuntos cotidianos, esos que como la sequía
o el calentamiento global ganan en interés al seguimiento político de
estas y de otras latitudes.
La escasez de los
recursos hídricos, en escalada a medida que se acerca el verano, está causando
estrago y ya es un serio problema para el campo y para el futuro de la
convivencia. De ahí sus dudas: ¿hasta dónde llegará la facturación del agua que
consumimos, podremos soportarla, habrá restricciones en el suministro, tendrán
que transportarla en barco desde otras fuentes? Preguntas inquietantes para
respuestas que son una incógnita si no llueve. Seamos conscientes de la
seriedad y de la gravedad del problema.
Las
certezas de que el cambio climático está intensificando las sequías en todo el
mundo van en aumento. En aquellas zonas donde golpean con más fuerza, como el
Cuerno de África, pueden llegar a paralizar la producción de alimentos y agotar
los pastos para el ganado, agravando la inseguridad alimentaria que ya sufren
los territorios más vulnerables.
En
otras regiones, como Europa, las políticas de gestión del agua resultan
cruciales. Especialmente, en lo que respecta a la agricultura. En torno a tres
cuartas partes del agua que se extrae de la naturaleza se destina a regar los
campos de cultivo. Por eso es fundamental que los agricultores tomen decisiones
teniendo en cuenta las limitaciones del recurso. “No es la ausencia de lluvia
lo que vacía los embalses sino el exceso de consumo”, subrayaba hace pocas
fechas María José Polo, de la Universidad de Córdoba. Un consumo que,
paradójicamente, aumenta si se incrementa la disponibilidad de agua.
“Modernizamos las estructuras de abastecimiento y de regadíos y no ahorramos
recursos porque aumenta la población o la superficie regada”, lamentaba la
experta.
Las
consecuencias ya se conocen: además de propiciar una cultura intensiva de
regadío, el proceso de desertificación sigue galopando. Peligran las reservas
de agua y se altera la composición química del suelo, independientemente de que
lo sufren los hábitats de las especies adaptadas a la aridez.
Sería
bueno que se supiera cuál es el estado de reservas y funcionamiento de las
balsas construidas hace años en Tenerife, cuando José Segura, siendo presidente
del Cabildo Insular de Tenerife, decidió emprender un plan al que no faltaron
críticas pero que con el paso de los años se reveló como una actuación seria y
decisiva para afrontar el futuro de sectores productivos, no solo el agrícola
sino el propio turístico, absolutamente indispensable para la convivencia y la
supervivencia de nuestra economía.
Sabemos
que muchas galerías y muchos acuíferos muestran señales de sobreexplotación. En
algunos municipios, la superficie de suelo cultivable va disminuyendo
considerablemente. El paisaje, otro recurso, se va deteriorando de forma
alarmante, como se puede apreciar desde varias perspectivas del valle de La
Orotava.
Las
soluciones a esta pugna entre la actividad humana y los límites de la
naturaleza –escribe Lucía Caballero, periodista especializada en ciencia, medio
ambiente y tecnología- se concentran en dos vías. Por un lado, una
planificación agrícola acorde a los recursos de las regiones áridas y una mayor
concienciación para que los agricultores hagan un uso racional del agua. Por
otro, los adelantos tecnológicos que ya permiten optimizar el riego y
monitorizarlo y prácticas alternativas como la reutilización de agua y la
agricultura vertical.
Caballero
estima que “afrontar los retos del agua en un contexto de cambio global y de
incremento de la población mundial exige compromiso por parte de todos. Se
trata de un recurso escaso y estratégico en la mayor parte de los países. Por
eso cada vez hay más presiones políticas, económicas y sociales para poder
disponer de él”.
Meses
inciertos se avecinan. Con sacrificios.
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