Desde hace mucho tiempo venimos sosteniendo el principio de la relatividad de las encuestas, sobre todo las que se hacen en el ámbito de Canarias. Primero, porque sin ficha técnica sobre la mesa, que consigne autoría, método utilizado y universo poblacional consultado como datos elementales, no hay encuesta que valga. Y segundo, porque muchas de las personas interrogadas o no dicen la verdad o son cautas hasta el extremo de la indefinición y de la indecisión.
Los resultados de la segunda oleada del barómetro de la opinión pública que elabora el Consejo Económico y Social (CES) de Canarias así lo corroboran, desde un punto de vista comparativo con otros registros demoscópicos publicados hace pocas fechas que reflejaban resultados muy pero que muy dispares. Nada, pero nada que ver.
De tales resultados sobresale este dato: 770.000 canarios aún no saben qué votar en la cita con las urnas del próximo 22 de mayo. Y ni siquiera han decidido si acudirán a esa cita.
Esto pone de manifiesto la decepción, el cansancio y hasta el hartazgo de amplios sectores ciudadanos con la actividad política en general. La cifra es lo suficientemente alta como para dar sentido a nuestra entrada de hace un par de días titulada Contra la abstención.
La encuesta del CES debe ser manejada con preocupación en los estados mayores de los partidos políticos, más allá de las inmediatas estrategias para afrontar la convocatoria electoral, ahora mismo centradas en una de las principales dificultades del proceso: la búsqueda de candidatos y la elaboración de las candidaturas. Los plazos apremian, por cierto.
Canarias avanza en medio de la recesión con enormes dificultades, pendientes todos de la productividad del sector turístico. Ese avance se hace con penosidad, entre tribulaciones, con incredulidad social, con desconfianza y recelo hacia la política y quienes la ejercen. Eso es lo que hay que valorar. Según el estudio del CES, el paro, la crisis y las políticas de empleo son, por este orden, los problemas que más inquietan a la población. Ese escepticismo influye hasta en la autoestima.
Luego vienen los matices, las modulaciones y las preferencias, interpretables a gusto del consumidor.
Así que, en la relatividad de las encuestas, independientemente de que marquen tendencia, conviene siempre andarse con cautela, que esta tierra es como es y su gente -si le digo, le miento, reza una de las frase más comunes entre nosotros cuando se quiere dar una evasiva o no responder como quiere el preguntador- tiene ese don o ese carácter tan suyo que hace los sondeos más relativos todavía.
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