sábado, 19 de junio de 2021

LA SORRIBA, DE CECILIA DOMÍNGUEZ LUIS

 

Sorribar: según la Academia Canaria de la Lengua, romper o rebajar un terreno para prepararlo con fines agrícolas o para edificar. Hay una acepción en Tenerife: revolver, desordenar, volverlo todo del revés. Una frase común en el lenguaje coloquial del pasado siglo:

-Si no quiere estudiar, mándalo a la sorriba.

Cecilia Domínguez Luis (La Orotava, 1948) escogió este concepto para titular su nueva novela, La sorriba (Idea Ediciones), presentada ayer, después de algunos intentos frustrados, en el Liceo Taoro de la Villa. Allí estaban, arropándola, el editor Anghel Morales García, el escritor Sinesio Domínguez Suria, el catedrático de Historia de América de la Universidad de La Laguna, Manuel Hernández González y el catedrático de Historia de Enseñanzas Medias, Sebastián Estévez Pérez.

Una novela debida y de vida, definió Estévez para aludir al tratamiento de la dimensión y las consecuencias del fenómeno de la emigración entre las mujeres canarias que hubieron de sortear todo tipo de dificultades de subsistencia. Faltaba ese relato al que la autora da vida entremezclando las impresiones y las vivencias de seis mujeres con las que habló para prolongar un hilo conductor de cuya existencia sabíamos pero solo en la tradición oral, fuente siempre respetable, inspiración y reflejo de hechos y ciclos históricos.

Cecilia Domínguez se situó allí, en el pueblo de Los Eriales, donde la miseria y el miedo de los perdedores a las represalias del régimen político impuesto tras la contienda civil promueven una emigración de los hombres -la mayoría de las veces clandestina-, dejando atrás mujeres e hijos. Es el tiempo del hambre y de las carencias, del alejamiento, de la aventura, de los matrimonios civiles por poderes, de los abandonos –muchos definitivos- y de la lucha incesante de la mujer, en plena situación de desigualdad, para mantener casas, familia e hijos.

La sorriba viene a ser la historia de seis mujeres que, olvidadas por sus maridos o sus novios, se tienen que enfrentar a un sociedad patriarcal, abusiva y represora, para salir adelante y procurar para sus hijos un futuro mejor. Con la ayuda de la maestra del pueblo, una mujer represaliada por la dictadura, estas mujeres se ven reforzadas en su lucha, y sus valientes decisiones van a cambiar sus vidas. La suya fue una lucha con apenas cuartel

A Sinesio Domínguez le sirvió para encontrar hasta un cierto paralelismo familiar en esta obra que es, de alguna manera, una interpretación de esa página protagonizada en distintas épocas por el pueblo canario, la página de las dichas y desdichas que tan bien condensara en su intervención el profesor Hernández González, aludiendo a la aportación femenina que dejó huella en otros países americanos, aún con penalidades y tribulaciones en las que no faltaron episodios de prostitución.

La autora habló con ese realismo lacónico que dejó en el auditorio las incógnitas propias para captar la atención de los lectores. Domínguez da forma y construye una ilación que favorece la comprensión, como remarcaría Sinesio Domíguez en su intervención. El editor, Anghel Morales, parecía entusiasmado al rememorar vivencias personales. Y así, La sorriba, ilustrada en la portada con una creación de Vicky Penfold, aparece como otro título lleno de atractivos literarios que permiten rememorar en sus páginas, de alguna manera y por primera vez, la desazón y la entereza de la mujer canaria que se sobrepuso a tantas adversidades en tiempos sombríos y de miseria.

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