Proliferan las alteraciones y los incidentes en actos públicos convocados por algunos partidos políticos y de donde salen malparados los periodistas. Sin ir más lejos, la pasada semana, en Ceuta, los profesionales que cubrían la visita de Pablo Casado, presidente del Partido Popular (PP), fueron abucheados por parte de algunos asistentes cuando aquéllos inquirieron detalles y repercusiones de la situación judicial que afectaba a la ex vicesecretaria general del partido conservador, María Dolores de Cospedal.
La Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) emitió un comunicado al respecto rechazando enérgicamente los abucheos y considerando que impedir el libre ejercicio del periodismo es un atropello a la libertad de expresión y al derecho de información.
El problema es que a veces los convocantes se lo buscan. A estas alturas, y con las circunstancias que concurren, damos por sobreentendido que el PP, con suficiente experiencia también en el ámbito de la comunicación, sabe que hay riesgos con los actos públicos que no se deben correr. Sobre todo, con ruedas informativas al aire libre en las que se precisa solo una chispa, propia o ajena, para encender la confusión y dar pie a una situación que es difícil controlar cuando se desata. En realidad, eso fue lo que ocurrió. Con los ánimos caldeados, con los periodistas considerados por igual como enemigos o como adversarios, tenerles tan cerca o entremezclados, baste que algunos espectadores se exalten o profieran alguna expresión altisonante y de reproche, para que, de inmediato, se arme el lío.
Por eso, hace bien la FAPE al instar a los partidos a que las ruedas de prensa se celebren en entornos seguros y a que garanticen que los periodistas puedan preguntar sin interferencias de terceros. También solicita a partidos, administraciones públicas, entidades privadas y a la ciudadanía en su conjunto, que respeten el ejercicio libre del periodismo, como es de rigor en una democracia como la nuestra.
Al cobrar relieve los hechos, la dirección del PP tuvo que emitir un comunicado en el que aclaraba que no se trataba de militantes o simpatizantes suyos los inductores del incidente sino de “ciudadanos anónimos que se han parado a presenciar las intervenciones”, tanto de Pablo Casado como del presidente de la ciudad autónoma de Ceuta, Juan José Vivas.
El catedrático de Ciencia Política y de la Administración, ex presidente del Centro de Iniciativas Sociológicas (CIS) y ex director académico del Instituto Universitario de Investigación ‘Ortega y Gasset’, Fernando Vallespín, publicó en el diario El País un lúcido análisis sobre lo ocurrido y habló de hechos insólitos que seguro harán reflexionar al propio Partido Popular: “Periodistas preguntando, público partidista reaccionando, y entrevistado amparándose en las reacciones de su seguidores para contestar”, escribe.
Cree el profesor que el asunto va más allá de la anécdota. Y cree bien. Porque las formas escogidas para comparecer –cada quien es libre de utilizar las que crea convenientes, pero luego no hay que quejarse de ciertas consecuencias- transgreden las elementales coordenadas de la comunicación política. En la ciudad autónoma, desde luego, se asistió a otra expresión de “algunas de las actuales patologías democráticas”.
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