El PSOE de Andalucía hizo´un estimable ejercicio de democracia con las elecciones internas para elegir nueva dirección y perfilar los próximos comicios autonómicos y locales. Estuvo a la altura de lo que puede esperarse de una organización política cuyos integrantes deben ser conscientes de lo que supone su federación en el peso de la estructura federal. Y lo que es más, a la hora de dar forma a la participación: la democracia se renueva y se cualifica con una concurrencia activa. Aunque es recurrente decir que las primarias las carga el diablo –sobre todo, cuando hay reveses inesperados o alteraciones más o menos graves de lo que son los fundamentos del desarrollo de la convocatoria-, esta vez no ha ocurrido así, si bien los socialistas andaluces tendrán que redondear con una gestión apropiada del día después, o sea, del período de transición hasta el próximo congreso.
Ha ganado, indiscutiblemente, el candidato Juan Espadas, actual alcalde de Sevilla. Era también el candidato de la ejecutiva federal que tuvo un papel –o al menos, eso pareció- poco activo durante la campaña. Pedro Sánchez sabía lo que estaba en juego en una coyuntura política cuando menos delicada: la controversia de los indultos y la crisis de los socialistas madrileños que se va haciendo eterna. Había que saber jugar y ese papel discreto cualifica el triunfo de Espadas.
Susana Díaz, la derrotada, ha comprobado en carne propia que la política es un oficio muy cruel. Asumió la derrota –solo un 38 % de los votos frente al 55 % de su adversario-, anunció el paso al costado y que no sería obstáculo. Ahora la apremian para que no solo deje la portavocía del grupo parlamentario (hecho absolutamente lógico) sino para que abandone la secretaría general antes del congreso, no sea que las tentaciones de bicefalia reabran heridas y desemboquen en una fractura indeseada.
Independientemente de mantener negociaciones y principios de concordia para que la transición sea pacífica (y si se puede, modélica), las pugnas intestinas y partidarias, que siempre tienen sus picos tras una convocatoria de elecciones internas, no deben ser obstáculo para una digna terminación a la trayectoria política de Susana Díaz. Una persona que se volcó con su tierra, que reafirmó su compromiso en varias ocasiones (incluso en la etapa en que le ha tocado ejercer la oposición) y que acreditó una dedicación contrastada para impulsar los afanes y los avances de Andalucía no merece una despedida cruel como parece desprenderse de algunas manifestaciones y de algunos deseos de quienes siguen siendo sus compañeros. Aunque ya se sabe que los compañeros… en fin. Díaz ha asumido con dignidad una derrota que marca el final de una trayectoria. Tan solo por eso merece una salida sin aspavientos, un respeto. Como deben ser estos trances en política.
Nueva era para el socialismo andaluz, nuevos rostros, ya veremos qué políticas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario