Hace escasas fechas, en ocasión de su óbito, contamos el episodio en que el periodista y escritor Tico Medina se refirió a su primer viaje a Israel, mediados los años sesenta, cuando le trasladaban en un vehículo con los cristales tintados y los ojos vendados, hasta que llegó a su punto de destino donde le facilitaron una ficha personal para su verificación. Cuando comprobó –dijo- la exactitud del número de su calzado, ya no tuvo dudas de que El Mossad, agencia de inteligencia israelí, en aquellos años dirigida por Meir Amit, era de las más poderosas del mundo.
Eran años de espías y de guerra fría, de tensiones en Oriente y en otras partes del mundo, de enviados especiales relatando sus experiencias y de escenarios que parecían poder reventar en cualquier momento.
Ahora ha reventado un software espía denominado Pegasus, comercializado por la firma israelí NSO, según ha publicado un consorcio internacional de medios. Cerca de doscientos periodistas de veinte países diferentes han sido vigilados por clientes de la citada firma. La organización Reporteros sin Fronteras (RSF) ha condenado el hecho, ha expresado su repulsa y ha anunciado la intención de llevar ante la justicia a los responsables de esta vigilancia masiva.
El secretario general de RSF, Christopher Deloire, ha expresado su malestar con el término ¡Espanto!. Y es que, en su opinión, las revelaciones sobre el uso de Pegasus producen repulsión y rechazo “en vista del alcance de la vigilancia y los ataques contra los periodistas”. Deloire niega que NSO contribuya a la seguridad global y la estabilidad como dicha firma proclama: “Al contrario, Pegasus es una herramienta ruin y repugnante, creada por mercenarios digitales y adorada por los depredadores de la libertad de prensa porque les sirve para organizar la represión de los periodistas”. En otras palabras, volvemos a los métodos de aquellos años –en realidad, ¿se fueron del todo?-, con la particularidad de la sofisticación tecnológica puesta al servicio, seguramente, de fines perversos y causas innobles. Ruindad y repugnancia, resume significativamente Deloire.
La trascendencia del asunto llega a extremos de proponer que los sistemas judiciales de los países democráticos lo aborden para esclarecer los hechos y sancionar a los responsables. Desde RSF alientan a periodistas y medios para que promuevan y se unan en una respuesta legal adecuada a las revelaciones de este software de espionaje. Christopher Deloire es terminante al afirmar que «las revelaciones sobre Pegasus son una llamada al cambio: instamos a los gobiernos democráticos a que declaren de inmediato una moratoria sobre la venta de estas tecnologías de vigilancia hasta que no se hayan establecido garantías para evitar su uso en la represión de las libertades».
Entre los clientes de NSO se encuentran regímenes autoritarios como Arabia Saudita, Argelia, Marruecos o Bahréin, pero también democracias como México o la India. Esto afecta a todas las regiones del mundo, desde Hungría, Turquía y Azerbaiyán, en Europa, hasta Togo y Ruanda, en África.
En fin, periodismo vigilado. Malo para la libertad de expresión. Y para todo.
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