La disyuntiva era ficción o fricción pero como que nos quedamos en contradicción. Pero no decepcionó la nueva entrega de Puerto de letras. Escritura en diálogo, la iniciativa con que el área de Cultura del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz nos acerca a la literatura, es que está casi por descubrir, si es con presencia de los autores, mejor. Más directo, más próximos: los autores, tal cuales, sus tics, sus reflexiones, sus confesiones, la sinceridad (se supone), sus anticipos (siempre se desliza algo), sus circunloquios y sus requiebros, las fuentes, los recursos más o menos espontáneos, los métodos de trabajo y las vivencias que les inspiran.
El escenario, esta vez, el recinto interior de la Isla del Lago, que para eso andamos en otoño, anochece antes y nunca se sabe hacia donde apuntan las inclemencias. Echamos en falta –¡esa nostalgia!- los helechos gigantes de Manrique que hubieran adornado las expresiones osadas de Alicia Ramos y la seriedad rigorista de Nicolás Dorta, acaso valor heredado de su padre, Juan José, cuando recomendaba: “Toma, lee esto”. Moderaba el maestro Juan Cruz, que estuvo en su salsa, hurgando en las entrañas de los autores para que desnudasen su personalidad y fuera posible contrastar el auge de la narrativa canaria. Tan solo unas fechas antes, en lugar próximo dentro del mismo complejo, le tocó airear (eran respuestas, claro) Con sus
En el diálogo afloraron las aristas de la memoria, la insularidad, la identidad, los personajes imposibles y la propia literatura. Y así se desgrana la escritura que, si dotada de ficción, termina –puede que no siempre- convertida en fricción.
Pero llegó la contradicción, menos mal que no mandó a parar, porque la potencia de la creatividad de los autores puede con sus contraposiciones, desveladas en las repentizaciones. Una apreciación, acaso un mero recuerdo, y al instante lo contrario. La plétora de ideas pero también la nada. Y eso que Ramos y Dorta no son dados a las ocurrencias. Pero la imaginación se desborda e invade la creatividad. Cuando eso ocurre, dicen, no hay que contener sino todo lo contrario.
Sus biografías se van enriqueciendo. Alicia Ramos (Güímar, Tenerife, 1969) es una escritora y cantautora. Licenciada en Geografía e Historia en 1995. En 2015 publicó su disco “Ganas de quemar cosas”, que da nombre también a la columna que escribe quincenalmente en CTXT. En 2018 publicó Lumpenprekariät. En 2019 ganó el XXV Premio Benito Pérez Arma de novela con “El último vándalo (que yo sepa)”, editada por el Servicio de Publicaciones de la Fundación CajaCanarias. Escribe en CTXT, en Píkara Magazine y, eventualmente, en medios como Público, El Diario o El Salto Diario. Ha escrito capítulos en los libros “Maternidades Cuir” (Egales, 2020), “Transfeminismo o Barbarie” (Kaotica Libros, 2020) y “(h)amor6 trans (Con tinta me tienes, 2021)”.
Por su parte, Nicolás Dorta nace en Guía de Isora (Tenerife) en 1978. Es licenciado en Filosofía por la Universidad de La Laguna. Ha ejercido el periodismo durante más de una década y actualmente enseña Filosofía en la educación pública. Además, compagina estas labores con la música. “Las zonas comunes” (Franz Ediciones, Madrid), su primer libro, lleva un epílogo de Almudena Sánchez y está considerado entre los diez mejores publicados por autores canarios en 2020, según el suplemento cultural ‘El Perseguidor’ (Diario de Avisos). Cruz dijo que este trabajo es “un estampido estético que ocurre en el escenario de la memoria”. Nicolás Dorta prepara actualmente su primera novela y un poemario.
Las respectivas trayectorias, pues, bien merecen augurar un futuro exitoso. Su aparición en Puerto de Letras estimulan el segumiento.
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