"Ando de puntillas desde hace tiempo
por no despertar recuerdos de lluvia,
aquellos donde era el gris en todo el silencio,
cuando se enterraban temores, sonrisas
por no desvelar verdades, memorias,
por no compartir ni sombras ni angustias.
Eran esos tiempos cuando se te forma la piel
de serpiente, cuando entre la gente
jugabas a estar perdido de todos, huyendo los ojos
esquivando a ratos miradas-verdad”.
Estos versos son puro sentimiento poético. Es una suerte de catarsis que el autor, “Ya lejos y en sueños”, título del poema que los antecede, experimenta después de haber volado en sueños, “sueños de colores”, a cuyo encuentro nos encamina, aunque no coincidamos “a pesar de estar unidos todos en el mismo concepto de las cosas, o muy cerca de estar en la misma sintonía unos de otros”. Así son los desafíos del poeta, paradójicos o contrapuestos. Se trata de superarlos, con la sutileza de quien sabe que el pasado y la experiencia son una atrayente e inagotable fuente donde inspirarse.
Este es el tercer poemario de Chema Muñoz. “Al calor de los sueños” sucede a “Se me llena de magua la nostalgia” y “La edad del mar”, donde acreditó su compromiso consigo mismo y con los valores que encarna su pensamiento literario y artístico. La creatividad de Muñoz, en sus versos y en sus canciones, se esfuerza en llegar al corazón de quien lo lee y al alma de quienes lo escuchan. Intenta siempre ser algo más imperecedero para todos ellos, en un ejercicio de solidaridad que nos invita a seguir leyéndole en próximas apariciones.
El autor es de los que persigue la vida “sobre alfombras mágicas que nos regalan en la infancia, en cuevas de ladrones, entre los duendes y cuentos que por bondad natural bordamos en nosotros”. Por eso, si antes fue “ese desafío de soledades, que se asemeja a la edad que siempre tiene el mar”, y “entre hierba silvestre el retazo de verde con que siempre acaricio el blanco de tu espuma, y esa débil canción de susurro en tu orilla a la edad del mar”, si antes plasmó esta doble descripción e hizo del mar inmenso la piedra angular de su trayectoria vitalista poéticamente traducida, ahora, tal como sugiere en el prólogo la docente y criminóloga Jero M. Crespí, es ese alma poética, “quizá sea su esencia de cantautor o la suma de ambas junto a su alma y rica trayectoria vital, la que nos lleve a una filosofía de vida donde podamos vernos como en un espejo abriendo la conciencia, a asumir que todo es temporal y terrenal”. Subraya la prologuista los “sorbos poéticos” de la producción de Muñoz, “para no obviar que la felicidad y el amor están en esas cuestiones cotidianas que en muchas ocasiones no reparamos, que la vorágine de nuestra vida no nos permite disfrutar”.
Cuando Chema Muñoz, por cierto, circunda o atraviesa los espacios oníricos, se detiene en Canarias, su otra tierra amada, además de la natal, Ciudad Real. “Entre las cuevas del alma”, como si de un aventurero constante se tratara, nos invita a “ser domador de sueños, el traductor de las nubes/ para que no se te duerman las manos ni la mirada/ cuando acaricias los valles cuando acaricias las aguas”.
Allí, en esas cuevas, remata:
“Las palmeras de mi tierra hacen sombra a las palabras
que me nacen de los labios, enarbolan carne
y hueso incendiándome las aguas que se nacen en mis ojos,
que se duermen en mi entraña golpeándome en el viento,
trayéndome en los nudillos el amor por mi Canarias”.
Ya había dejado constancia de sus querencias en “La edad del mar”, cuando halló ·”Carbón en la nieve”, cuando “entre blanco y cenizas, entre el frío y la mar, a la sombra del Teide y el color de un volcán”.
El poeta, en las islas, se siente en la puerta del mar, desde la que rompe los horizontes:
“Acércate hasta el límite y no mires atrás,
delante de tus ojos se te unen las naves
al hilo azul cobalto que divide los cielos
del azul de los mares”.
De modo que Chema Muñoz, ahora en la primavera de 2022, siguiendo la estela de otros autores canarios como Pedro García Cabrera, Pérez Minik, Arturo Maccanti y Carlos Pinto Grote, enriquece el panorama literario de nuestros días con esta obra, “Al calor de los sueños”, editado por él mismo, con el diseño de cubierta y maquetación a cargo de José Pellicer. La portada es una reproducción de la obra “Secretos ocultos”, elaborada en técnica mixta sobre tabla, original del Diego Muñoz García, Premio Nacional de Escultura 2021.
Se trata de una colección de noventa y cinco poemas que, al ser leídos, llegan a conmover, como desvela la prologuista. Probablemente porque se adivina su afán reflexivo y sus sensaciones descarnadas. Frías, de porcelana, emotivas, figurativas… “Brillamos sin saberlo –escribe Muñoz- como nebulosas sin alcanzar el cielo, pero confiamos en esa catarata de voces que nos hablan, que ríen y callan para no dolernos, que se esconden en nuestros propios latidos, en el rojo de nuestras venas, en nuestros gritos, ausencias, de nuestra historias, a veces sin haber nacido aún”.
Es la catarsis a la que nos referimos al principio. Un poemario que “nació en mi pecho y en el tuyo”, tratando de identificarse plenamente con el lector, en tiempos difíciles, cuando el autor no se arrugó ni se rindió a las incertidumbres. Al contrario, expresó sus sentimientos con valentía y con franqueza, “De un solo grito… “Entre las cuevas del alma… “Los quehaceres de la sangre… “Tal vez silencios… “Ya lejos y en sueños… “Llantos como diamantes… Desde el cielo a la historia…”, unos pocos títulos que reflejan la pugna intestina que se desata en el texto donde, según el propio autor, “hay una lucha interna entre el antes, el presente y lo que puede llegar a ser el futuro que preocupa a todos, una lucha entre los pulmones, el egoísmo, la cobardía, el amor y la siempre pregunta del célebre “quienes somos”: ¿Por qué de toda esta existencia, y ¿Dónde queda el comienzo de todo? Aunque el principio de todo para este autor, no haya sido el mar, sino el cielo que se refleja desde la infancia de la creación, desde ese Dios, desde la edad del universo, desde la edad del mar”.
Un autor canario antes citado, el inolvidable Carlos Pinto Grote, que nos obsequió con su amistad en las largas tardes frente al salitre portuense, dijo que “las canciones del poeta y cantautor Chema Muñoz crean un mundo que llega al corazón y el alma de quien escucha”.
Él, que anda de puntillas desde hace ya tiempo, y a veces se ríe recordando el tiempo, “cuando amanecía entre los bostezos”, escribe los versos que condensan una parte de sus sentimientos más intimistas. Con ellos concluimos:
“Y van al aire libre emergiendo despacio regalando universos,
para que, paso a paso, esperanza y ternura, te lleven a los versos,
a un poema envuelto en la sonrisa oculta del triunfo de un beso”.
A Chema, desde luego, le queda aliento.
1 comentario:
El aliento a veces el que te llega al alma de las palabras de gente de personas de profesionales de almas también que te reconocen en ese pequeño mundo de tu forro interior y que te hacen grande de la mano de sus propias palabras de sus propios sentimientos mirándote de igual a igual mirándote grande desde la perspectiva de su propia grandeza adquirida en su vida con el trabajo el esfuerzo el tesón la sapiencia y la humildad que personas como tú mi querido amigo Salvador García Llanos atesoras hidros que armas como la mía aprenden ensayan esos mismos movimientos del alma para poder dar brincos de alegría cuando esos brincos llegan a nubes de la altura está tu sentido por las cosas mi querido Salvador García Llanos agradecimiento es tan grande que no habría palabras para describirlo un fortísimo abrazo siempre la amistad.
Chema Muñoz
Publicar un comentario