La cuestión estaba en el filo de la navaja después de las que hubieron de ser negociaciones tensas y de muy incierta conclusión. Al final, el Congreso de los Diputados aprobó el Plan Nacional de respuesta a las consecuencias económicas derivadas de la guerra en Ucrania gracias al apoyo de EH Bildu. El decreto ley contó con el voto favorable de los cinco asientos de la izquierda abertzale en el hemiciclo, por lo que el Gobierno salvo algo más que los muebles con ciento setenta y seis síes emitidos por PSOE, Unidas Podemos, PNV, Bildu, PDeCat, Más País, Compromís, PRC, Nueva Canarias, BNG y Teruel Existe, frente a ciento setenta y dos noes. Para que muchos incrédulos e indolentes vuelvan a apreciar lo que es el valor de un voto. El diputado Rufián, en la víspera, cuando se mascaba la tensión, ya había advertido al presidente Sánchez: “Vaya llamando al diputado Casero”, sí, aquel que se equivocó cuando la reforma laboral. Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), por cierto, votó en contra. Como y con el PP o Vox.
La diputada y portavoz del grupo parlamentario EH Bildu, Mertxe Aizpurúa, fue tajante a la hora de explicar su posición afirmativa: un ejercicio de responsabilidad al que otros renunciaron. Argumentó que la confianza en el Gobierno seguía quebrada, después de los claroscuros del espionaje a políticos vascos y catalanes y la falta de explicaciones, según ella, que hasta el momento ha caracterizado la respuesta del ejecutivo. Pero la responsabilidad se demuestra con la coherencia y ahí dieron el sí, derivado de su propósito que querer prorizar la agenda social. Más explícita aún: después de recordar anteriores posiciones de los suyos, queremos “seguir priorizando los avances sociales y económicos por encima de los intereses propios”. Es de las cosas más sensatas que se han visto durante la controvertida legislatura: votaron a favor del decreto. En consecuencia: “Una vez más, actuaremos con la responsabilidad que debemos a la ciudadanía y aprobaremos este decreto”. Y para rematar, Aizpurúa ha esgrimido que “la gente no puede ni debe ser quien pague las consecuencias de los graves errores de este Gobierno”, máxime cuando a día de hoy, hay “familias que necesitan de una protección adicional frente a la crisis” por su severidad. Pocas objeciones, ¿verdad?, a este discurso.
Pues esto, guste más o guste menos, es lo que la gente espera en tiempos de confusión y de desafección política. “La política sana”, que diría el presidente Sánchez. Será un hecho puntual, pero de gran valor social y política. ¿O no llevábamos tiempo escuchando que tal como están las cosas, con ese Putin insaciable, con esos enredos energéticos, con esa inflación galopante, con esa incapacidad para avanzar en negociaciones en cualquier escala, es indispensable una mínima unidad política, una altura de miras y una visión generosa de quienes tienen responsabilidades políticas para salir del atolladero, que lo de la pandemia no ha terminado?
Claro que lo decían los fatalistas, los negacionistas y quienes se empeñan en que las soluciones se compliquen porque cuando se anteponen intereses de parte es difícil hallar consensos y salidas viables a las crisis. Es normal que el escepticismo vaya ganando enteros y terreno en la natural observación de los acontecimientos y en la que, lastimosamente, en nuestro país, no se prodiga la sensatez. Por eso, llama la atención, para bien, lo de EH Bildu.
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