La huelga de transportistas. Empresarios animando a llevar a cabo ilegalidades en la Feria de Sevilla. Nuevos cargos institucionales de Castilla y León, negando la violencia de género y anticipando que pedirán la derogación del Título VIII de la vigente Constitución, relativo a la organización territorial del Estado. ¿Hasta dónde va a llegar la derecha extrema? Es el peligro de toda la vida: le das el dedo y se coge la mano.
Porque su inspiración es la que late en el fondo de estos y otros muchos casos de desinformación, siempre con la misma finalidad: propiciar incertidumbre y nutrir de material a grupos sociales de descontentos, o sea, aquellos que suelen tener un comportamiento más radical y necesitan algún tipo de excitación para castigar al Gobierno. Recordemos que cuando se inició la pandemia, llegaron a cuestionar la legitimidad del Gobierno, a pesar de que ello significara el rechazo a las reglas más básicas de la democracia. Por no mencionar el ánimo con que impularon aquella especie de que una manifestación en Madrid el 8 de marzo (Día Internacional de la Mujer) provocó la expansión del virus, de modo que, no satisfechos, llevaron el caso a los tribunales ordinarios de justicia, que lo archivaron. Memorables aquellas apreciaciones en las que se dudaba de la objetividad de la ciencia para sugerir inclinaciones o sesgos políticos.
La Comisión Europea (CE) informaba, hace unos cuatro años, de que España era el país europeo que más noticias falsas recibía. Y la consultora Gartner, valorada en cuatro mil cien millones de dólares, con unos dieciséis mil empleados en más de noventa oficinas en todo el mundo con trabajos para empresas de más de cien países, publicó un informe en el que se consignaba que en 2022 circularían más noticias falsas que verdaderas. Vivimos en este año y la previsión lleva camino de cumplirse.
La flaca memoria propicia el olvido pero todo eso sucedió, aunque parezca lejano en el tiempo. El vértigo de los acontecimientos también ha contribuido. Claro que, en su afán de desvirtuar y de retorcer la veracidad de los hechos, se esmeran en aprovechar las coyunturas. Por ejemplo, el alza de los precios motivado por la guerra entre Rusia y Ucrania. La crisis es una excelente oportunidad para hacernos ver que estamos al borde del apocalipsis. Total, echarle la culpa al Gobierno –como si los demás países no se vieran afectados- es lo más fácil –insultos incluidos- y no cuesta nada.
Cierto que algunos medios, poco menos que desesperados, se sumaron al espectáculo en lugar de contrastar e informar lejos de los bulos, para generar una menor tensión social.
Veámoslo sobre los ejemplos utilizados al principio. Líneas editoriales y opiniones que suelen converger en posturas críticas cuando se altera el funcionamiento de los servicios públicos y en cuestionar, de paso, el papel de los sindicatos, no fueron capaces de explicar que la organización que más presión social ejercía no respetaba siquiera las normas democráticas de representación de su colectivo. Sus reivindicaciones eran muy legítimas y apremiantes, seguro, pero el comportamiento, en pleno conflicto, dejaba mucho que desear y parecía encaminado a enrarecerlo y prolongarlo. Es más, incluso después de las negociaciones entre Gobierno y representantes del sector, el grupo que mantenía el paro hacía aún peticiones que ya sí estaban aprobadas en ese acuerdo cerrado.
Se llegó a decir, por otro lado, que la reforma laboral, poco menos, acabaría o impediría la Feria de Abril sevillana. Muchos medios dieron cancha a unos empresarios que demandaban jornadas ilegales. No solo porque la jornada en España de ocho horas lleva desde 1919 y el descanso de doce horas entre jornadas desde 1980. Es que, durante una rueda de prensa, nadie preguntó a aquellos empresarios cómo podían estar en contra de una reforma laboral acordada por la propia patronal, que dijo que "garantizaba la paz social".
Esos transportistas y empresarios, se quedaron solos, hasta hicieron el ridículo en algunos casos, pero durante días alimentaron rumores entre sus trabajadores, tertulias lejos de datos y referencias, cadenas de grupos de Whatsapp o en Telegram y nudos de información en Twitter donde, casi siempre, los resultados analíticos demostraron cómo representantes de la derecha extrema y afines estaban detrás de la dispersión de estos contenidos.
Contenidos, falacias o bulos, que, de vez en cuando, suelen ser desmentidos o puntualizados por los propios autores, aunque en esos casos, no los airean en las redes sociales. Por razones obvias.
En cuanto a Castilla y León, el espectáculo no ha hecho más que empezar. Será una legislatura muy agitada y muy divertida, ya lo verán. A ver cómo explica el secretario general de la organización, Ortega Smith, por ejemplo, partidario, según su propio testimonio, de reducir el gasto político innecesario, y ahora encontrarse con que el presidente de las Cortes de aquella comunidad, su correligionario, ingresará más de ciento un mil quinientos cincuenta y cinco euros anuales.
El caso es que mientras los populismos y radicales avanzan, mientras que quienes ponen en solfa la democracia, o la Constitución, siguen empeñados en su patio de desinformación, la estrategia no varía. La estrategia del miente, que algo queda. Bien conocida.
Lo peor es contrastar el comportamiento de una sociedad desinformada y sin reflexión.
2 comentarios:
Más claro imposible.
Se puede compartir?
Un abrazo.
Magnífico artículo!. Se tendría que hacer un estudio que cruzara y correlacionara, los bulos, quienes los difunden y de donde parten, y quienes los originaron.... Cherchez la femme? No. Más bien Cherchez l'argent.
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