Ayer mismo se despedía en Facebook, que es un
lugar (red social) donde la gente saca a pasear hechos y circunstancias del
pasado y del presente para que la gente esté al tanto de sus vidas. La
casualidad quiso que coincidiéramos por la tarde en las inmediaciones del
refugio pesquero del Puerto de la Cruz y allí le deseamos toda la suerte del
mundo, ahora que ha puesto punto final a su etapa en activo y todavía con
sesenta y pocos podrá disponer de más tiempo para seguir cultivando las
semillas con las que ha sido feliz en su Realejos natal y en tantos lugares
donde ha plasmado momentos inigualables.
“Ha sido un gran honor haber servido a la difusión de
los tesoros de Los Realejos durante treinta y tres años. Seguiré en la medida
de lo posible y ya desde un más que merecido “semiretiro” poniendo en valor la
naturaleza, la etnografía, las tradiciones y a las personas que hacen posible
que éstas pervivan. MIL GRACIAS”, escribía en su muro Isidro Felipe Acosta, con
sencillez y el propósito de un hasta luego. Isidro ha sido una suerte de
factótum en la comunicación realejera de la democracia: una foto, Isidro; un
texto, Isidro; una referencia histórica, Isidro; un apunte radiofónico o
televisivo, el mismo Isidro… el que siempre estaba allí, predispuesto,
esmerado, competente… un seguro, un compromiso aún sin haberlo requerido.
El gerente de la asociación cultural Pinolere, Jesús
Tomás García Rodríguez, dijo de su “mirada fotográfica” que “tiene un arsenal
de tácticas a su disposición y las usa dependiendo de la estrategia que desee
establecer... Isidro Felipe Acosta, el fotógrafo, domina la sintaxis de la
imagen. Es un artista. Un perfeccionista… Uno de los individuos con una de las
mejores miradas de estas tierras… Las del mundo, me refiero”.
Por eso, Isidro Felipe Acosta es autor de un tomo
excepcional, “Los Realejos y sus fiestas tradicionales (Ayuntamiento de Los
Realejos), una generosa mirada a las esencias de la localidad norteña, del
inolvidable ocho de los caminos, de su espectacular desarrollo de las últimas
décadas en las que Isidro ha estado ahí, con sus cámaras, con su participación
activa en múltiples manifestaciones artísticas, tradicionales y creativas. “El
pueblo que marca el tiempo por sus
fiestas”, escribió el historiador del Arte, Manuel Jesús Hernández González. La
memoria gráfica de Los Realejos es, en efecto, la que, en medio de singulares
celebraciones, ha plasmado un Isidro Felipe Acosta del que, sino fuera una
exageración desproporcionada, se diría que han visto estallar todos los cohetes
de la noche del 3 de mayo cuando dos calles rivalizan o se unen en una
singularísima exhibición pirotécnica que la gente del valle sigue, en
expectativa creciente desde azoteas y márgenes de caminos y carreteras.
Isidro Felipe Acosta ha llegado al final de su
trabajo intenso e inagotable. El trabajo
de un cronista plenamente dedicado al que nada humano de lo realejero, le es
ajeno.
Dejemos que siga disfrutando (ahora más) de todo
aquello que supo captar y transmitir durante treinta y tres años.
Enhorabuena!
2 comentarios:
Gracias, amigo Salvador por tu blog. Me parece extraordinario. Un fuerte abrazo y enhorabuena
Gracias a Isidro Felipe Acosta... un maestro de la foto del alma de un pueblo... Y Gracias Salvador por hacer referencia a mis palabras sobre nuestro común y respetado amigo... Salud
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