Estuvieron presentes algunos componentes de aquel
memorable equipo que llegó a proclamarse campeón de España de Aficionados.
Licencia para la nostalgia, ese brumoso sentimiento
etiquetado solo en el siglo XVIII y que ha devenido en uno de los rasgos del
mundo moderno, en esa convocatoria del Club Deportivo Tenerife y dos
asociaciones tinerfeñas de periodistas –la general y la que aglutina a los
deportivos- para conmemorar el centenario del fútbol en el barrio capitalino
del Toscal, donde está emplazada, por cierto, la sede de la primera, “un
espacio de periodismo y comunicación”, según su denominación.
La gesta del 2 de julio de 1977, estadio
Heliodoro Rodríguez López, victoria sobre el Almansa (4-2). Retransmitimos
aquel encuentro para Radio Popular de Tenerife. Un equipo que hacía vibrar, una
afición entregada, el fútbol albinegro de aquellos tiempos era eso,
enardeciente, capaz de entusiasmar en un clima de agotamiento de la hinchada
futbolística insular.
Allí estaban Julio Luis, Ananías Carballo,
Diego Mendoza, Carmelo Marrero, un técnico enérgico que empezó a ejercer desde
muy joven, junto al inolvidable Enrique Sanfiel… pero también otros toscaleros
pertenecientes a otras épocas y otras generaciones que enriquecieron el
potencial del equipo hasta hacerlo de los más competitivos en el fútbol
tinerfeño.
Estaban allí, además, en el núcleo del
barrio, cerca de la calle San Antonio, donde estaba la sede social, uno de esos
templos donde sin necesidad de VAR se explicaban las jugadas y los lances con
suficiencia descriptiva difícilmente superable. Castilla, el presidente,
también participaba.
Toscal fue algo más que un equipo de fútbol,
fue un sentimiento. En aquellos años,
con los campos regionales llenos hasta los topes, con entradas a veinte
duros y recaudaciones superiores a las trescientas mil pesetas en las
confrontaciones de rivalidad, con unas primas de fichaje elevadas, paseó, junto
al Real Unión de Tenerife, la enseña del fútbol capitalino, siempre de alta
escuela, siempre con jugadores sobresalientes, algunos venidos de otras
latitudes y que se integraron exitosamente.
Un sentimiento que afloró y reapareció en
estas jornadas, pese a que el club desapareció. Al menos algunos se acordaron
de que, al cabo de décadas, era merecedor de un tributo. Modesto, a nuestro
aire, al aire del Toscal capitalino.
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