Si hay algún
colectivo que sabe de lucha es el de las mujeres. Si se echa la vista atrás, se
puede contemplar lo que han conseguido en cien años, lo que se ha avanzado.
Queda camino por recorrer pero ya el 8 de marzo es una fecha señalada que
significa la lucha por la igualdad, la participación y el empoderamiento de la
mujer en todos los ámbitos de la sociedad. En algún lado hemos leído que hasta
no plasmar o hacer efectiva la igualdad de género, habrá que seguir
conmemorando el Día Internacional de la Mujer. Como cada 8 de marzo, cuando el
movimiento que aglutina las inquietudes, las demandas y las aspiraciones
femeninas se fortalece y se hace poderoso. Ya no es solo cada mujer, a título
individual, la que se integra e identifica sino diversos grupos, asociaciones,
Organizaciones No Gubernamentales, fundaciones e instituciones siguen luchando
y reaccionando para acabar con la lacra del machismo criminal, con las variadas
formas de violencia, con los asesinatos, con la brecha salarial y las
desigualdades en todas sus formas. Hoy, 8 de marzo.
El Día
Internacional de la Mujer fue promulgado por la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) en el año 1975, pero realmente se ha celebrado desde mucho antes, desde
cuando las mujeres
reclamaban derechos básicos, tales como ejercer el derecho al voto en las
elecciones, el derecho a ocupar posiciones de responsabilidad en política y en
la sociedad en general, derecho al trabajo y al estudio. También
se unen muchos hombres a la causa, porque la igualdad de género beneficia a
toda la sociedad. Y porque el destino de los hombres y las mujeres está unido.
Se trata, pues, de reivindicar, de identificarse con motivos nobles y de
extender una sensibilidad que, en el fondo, ha de entrañar un cambio social
significativo.
“Invertir en las mujeres: acelerar el progreso” es el lema
escogido para este año, según decisión de la ONU, un pensamiento que sustancia
la continuidad del papel activo que se quiere para ellas en la sociedad de
nuestros días. Porque la conmemoración no es, en sí misma, un tributo histórico
y respetable, sino la invitación a un compromiso, como aquella “Cuestión de
género”, la película dirigida por Mimi Leder, inspirada en la vida de la juez
del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, Ruth Bader Ginsburg, la segunda
mujer en la historia (tras Sandra Day O'Connor) que sirvió en este alto órgano
judicial. Ginsburg fue nombrada para el Alto Tribunal en 1993 por el presidente
Bill Clinton. Bader Ginsburg, junto a su marido el abogado Martin Ginsburg,
cambió el curso de la historia con un singular caso sobre discriminación de
género que abrió el camino para la igualdad en los tribunales. Bader Ginsburg
es un referente del feminismo en los Estados Unidos e icono de las nuevas
generaciones. Es la historia real de la joven Ginsburg que debe afrontar todo
tipo de adversidades y obstáculos en su lucha por la igualdad de derechos a lo
largo de su carrera. Cuando acepta un caso tributario pionero con su marido,
sabe que podría cambiar el curso de su carrera y la forma en que los tribunales
ven la discriminación por género.
Valga el ejemplo para significar la importancia de los
sustantivas modificaciones en muchos convencionalismos promovidas por las
mujeres. En España, el
ministerio de Igualdad lanza una campaña publicitaria. Este 2024, pone el foco
en su esencia, en aquella semilla que han ido lanzando a lo largo de la
historia tantas y tantas mujeres. La campaña ‘Con M de Movimiento’ se ancla en
el camino andado y toma fuerzas para seguir avanzando. Las reivindicaciones del
8M son comunes a todas las mujeres y, como en toda lucha, se obtienen mejores
resultados, se avanza más en la consecución de objetivos compartidos, cuando se
camina de la mano. La unión, la sororidad, es la clave de la iniciativa. España, parece, cada vez más, es un
país feminista, y lo es porque el feminismo ha logrado convertir en sentido
común las cuestiones feministas. No podemos entender las sociedades que vienen,
la España y la Europa que vienen, si no es de la mano del feminismo, de la
universalización de la igualdad y la libertad y los derechos garantizados para
todas las personas. La igualdad y la libertad, en efecto, tal como preceptúa
nuestra Constitución, han de ser pilares centrales de nuestra convivencia.
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