Crispados como andamos en un clima
de situación política irrespirable, resulta casi increíble que el crecimiento
económico de España siga a tan buen ritmo, por encima de la media europea. El
empleo lleva el mismo camino, con más de veintiún millones de afiliados a la
Seguridad Social, según los últimos datos estadísticos conocidos. Contraste
positivo pues: políticos y partidos discutiendo hasta las trancas, mientras se
abren nuevas empresas, otras incorporan a más trabajadores, suben y se
estabilizan los autónomos. Los bancos, que no alardean, siguen también batiendo
récords.
Esta es la España de nuestros días,
la que mejora y cualifica su productividad. Los términos de reducción del
desempleo son llamativos, unas sesenta y cinco mil personas, hasta dejar los
totales en algo más de 2,6 millones de personas, el nivel más bajo desde septiembre
de 2008. A propósito de los trabajadores autónomos o por cuenta propia, llama
la atención que alcancen su registro máximo en dieciséis años, unos 3,36
millones de empleados.
Sigan, pues, los políticos
encrespados que la gente va a lo que importa, a lo suyo, a procurarse el
sustento y fabricar un medio de vida, esto es, modificando su postura de
resignación. Se han vuelto a equivocar los agoreros: las condiciones para
crecer siguen siendo positivas. Las reformas laborales y la subida del salario
mínimo –un 54 % desde 2018- no han penalizado por ahora la creación de puestos
de trabajo. El consumo privado y la renta de los hogares continúan al alza. El
turismo –con sombras inestables en algunas regiones- sigue batiendo récords. El
PIB español anda ya por encima de la eurozona. De hecho, la renta per cápita de
nuestro país supera el nivel previo a la pandemia.
Claro que no todo es color
atractivo: un reciente editorial del periódico El País destacaba que el déficit público sigue por
encima del 3 % del PIB y la deuda supera el 100 %, una senda difícilmente sostenible y
a la que Bruselas exigirá cuentas tarde o temprano. “Además -precisa- pese a las buenas cifras,
el mercado laboral español lidera algunos de los peores datos de la Unión: la tasa de paro
juvenil se sitúa en el 27,7 %, diez
puntos por encima de la media europea, y España concentra un cuarto de los
parados mayores de 50 años de los Veintisiete. Son datos que no pueden esperar
a que el ruido político se calme y que
exigen la adopción inmediata de
medidas para corregirlos”.
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