El presidente
del Gobierno, Pedro Sánchez, se metió en un jardín del que resultará muy difícil salir. Si desde el
ángulo de las formas, ya revestía complicaciones, será necesaria mucha destreza
por su parte para acomodarse y sortear el fondo airosamente. El clima no ayuda.
Y ya puestos, está obligado a tomar la iniciativa, a sabiendas de que no sumará
muchos aliados en el que será, casi con seguridad, un largo y sinuoso camino
como el de la balada que compusieron Lennon y McCartney en 1970.
Uno de los
flancos --o una de las cuestas, u otra de las curvas-, es el mediático. Es muy
delicado. Ahora va a saber lo que es el cuarto poder cuando exhiba todas sus
capacidades. Sin misericordia. Lo ha acreditado ya, cuando no se ruboriza,
cuando se emplea a fondo como si de una inversión se tratara y en la que no hay
que cejar hasta redondearla. Y cuanto más cueste la cabeza del presidente,
mejor. El objetivo añadido sería que cuanto más daño cause, mejor. Que no
reaccione o quede descabezado durante un largo ciclo.
El caso es que
algunos medios y algunos profesionales llevan al límite sus posiciones críticas
con el presidente Sánchez. Se las arreglan sin problemas porque no son
beligerantes ante el socialismo o ante el partido. Hay un sustrato ideológico,
por supuesto, no importa que las empresas editoras se sacudan con éxito en
medio de la feroz competencia. El límite lo podrán ellas mismas pues son
conscientes de que, por muy fuertes que soplen los vientos ‘trumpistas’, en
alguna parcela del campo no se cultiva orégano y aunque el adversario a batir
pueda sufrir altibajos, primero hay que guardar las apariencias de respeto al
pluralismo y todas esas cosas, y después ser conscientes de que todos los
ciclos se agotan y el poderío de hoy, aunque se eleve al cubo, puede ser
debilidad mañana.
¿Y qué pasará
mañana?, como se preguntaba el comentarista Lázaro Candal en la radio
venezolana del pasado siglo esbozando pronósticos deportivos. Imposible
acertar. España se encuentra en un proceso histórico de muy intrincadas y
convulsas circunstancias que hacen, de por sí, muy enrevesados escenarios. Al
menos, con los actuales actores. Y con este clima social –no es ya la
polarización sino la pérdida de valores, como la racionalidad y la tolerancia-
menos aún.
El presidente
del Gobierno, ahora que su partido ha cerrado filas, y que por muchos aciertos que amontone nunca
contará con la aprobación del derechío, debe retomar el pulso político a partir
de la realidad socioeconómica plasmada en datos sustancialmente positivos y de
iniciativas que le permitan ir timoneando el equilibrio territorial,
independientemente del papel que vaya forjando en el marco internacional, donde
hay escenarios que son como los egos revueltos que narrara Juan Cruz Ruiz en
uno de sus libros y donde cada movimiento de fichas en el tablero hay que
medirlo con precisión no sea que las consecuencias resulten luego todavía más
difíciles de medir.
O lo que es
igual, siendo importante la cuestión mediática, no parece muy atinado
concentrarse en la controversia que la acompaña. Hay otros flancos de más
envergadura y, si nos apuran, hasta de mayor valor político y patriótico.
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