martes, 22 de noviembre de 2011

CASTIGO Y DESEO

"El voto de castigo es sólo una manera de expresar el descontento", concluye una investigación de la Fundación Juan March y la universidad de Duke (Estados Unidos). Todo da a entender que es el primer recurso que los ciudadanos tienen a su alcance para retirar la confianza a gobernantes que no han sabido o no han podido dar con soluciones a la crisis. De cualquier signo político, según se aprecia en distintas consultas llevadas a cabo en la Unión Europea. Si el malestar es azuzado por estudios demoscópicos y acentuado mediáticamente sea mayor o menor el interés, pues el resultado es el que tiene que ser.

El estudio viene a señalar que los votantes con preferencias moderadas son más propensos a este tipo de voto que los de extrema izquierda o etrema derecha, otro de los reflejos de lo ocurrido el pasado domingo. "El voto de castigo podría permitir que nuevos partidos accedan a la primera línea de la política española", era otra de las conclusiones obtenidas en la investigación realizada en vísperas de los comicios españoles. Se cumplió.

Y atención a esta apreciación: "Podemos esperar de los votantes tradicionales del PSOE muchos votos de castigo, ya sea hacia el PP o a otros. Esto no quiere decir que estén cambiando su afliciación al partido; de hecho podrían votar al PSOE de nuevo en las próximas elecciones", explicó uno de los expertos que intervino en el trabajo citado.

Total, que el recurso más fácil o más al alcance, es el empleado por los electores. Retirar la confianza a un gobierno o a una opción política en un contexto de crisis generalizada es una manera de castigar, aunque no se tenga demsiada convicción en la alternativa.

Los españoles querían un cambio político, o lo que es igual, no deseaban que los socialistas, aún con más ideas, aún con más alternativas, aún con más concretas y bien explícitas soluciones, siguieran gobernando.

Los resultados saltan a la vista: castigo y deseo.

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