jueves, 10 de noviembre de 2011

MENCEY, SÍ; TAORO, ¿POR QUÉ NO?

Presentan esta semana el resultado de las obras de restauración del hotel Mencey en la capital tinerfeña, ahora bajo el sello de Iberostar, una de las firmas más prestigiosas en el sector turístico español. Aún recordamos la otra gran restauración, afrontaba por el Cabildo Insular de Tenerife, que posibilitó la recuperación de un establecimiento señero, distintivo de la ciudad, explotado entonces por el llamativo sello Sheraton.
Nada que objetar a la reforma, a la nueva cara del Mencey. Pero un sentimiento de frustración nos envuelve cuando se comprueba que el edificio del antiguo hotel Taoro, en el Puerto de la Cruz, languidece, con sus puertas cerradas desde que el casino de juego fue trasladado, por razones estratégicas, al complejo turñístico “Costa Martiánez”.
Si en el lapso de veintitantos años han sido materializados dos importantes proyectos de restauración del inmueble capitalino, ¿por qué no una iniciativa similar, pese a todas las dificultades que se quieran poner sobre la mesa, para el Taoro? Esta es la pregunta que nos hacemos. Desde hace años, en nuestras responsabilidades públicas, y en el ejercicio activo de la comunicación, venimos abogando por restituir el uso turístico del edificio que culmina la montaña del mismo nombre.
Entendíamos y entendemos que es factible. Lo máximo que se ha logrado fue un informe de técnicos del Cabildo que plasmaba esa opción: volver a ser hotel. Hay unas peculiaridades, de acuerdo, pero así como fue posible remover obstáculos en otros proyectos de cierta envergadura, aquí estábamos ante otra oportunidad para acreditar voluntad y solvencia política. La catalogación del inmueble, la tipología constructiva y las exigencias de los estándares actuales son, en efecto, factores condicionantes pero no muros infranqueables.
La ciudad necesita otro establecimiento turístico de máxima categoría. La ubicación del Taoro es privilegiada y la oferta global se incentivaría y cualificaría con un hotel que reuniría características suficientes como atraer un segmento de visitantes que busca algo distinto, no importa un precio superior.
Pero no termina de cuajar la alternativa. A las dificultades consignadas, añadan ahora las de la crisis y el menguado margen para las inversiones públicas. Pero si han sido válidas las fórmulas empleadas para el Mencey -conciertos con el sector privado incluidos-, hay que incursionar, hay que intentarlo. No puede prolongarse mucho tiempo más el edificio cerrado o acogiendo provisionalmente dependencias de institutos científicos o consorcios específicos. O peor: sin decidir realmente el destino del inmueble.
Eso es lo que de verdad causa desazón. Esa incertidumbre, equivalente a parálisis, a falta de empuje, de iniciativa. Mencey, sí; ¿por qué Taoro no?
Esa es la cuestión.

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