Fotos
convertidas en un fijo, en un tópico, en un reclamo, a ser posible,
para la portada. Ocurría en la prensa de hace dos o tres décadas,
en fecha tan señalada como el primer día del año, cuando, según
costumbres, conveniencias y hasta pactos, se alternaban los días de
'no publicación' que eran, en el fondo, lo que más interesaba al
personal para organizarse la libranza. Por lo general, no se
trabajaba el 24 y el 31 de diciembre, pero las nuevas corrientes -y
hasta la alternativa de las ediciones digitales- flexibilizaron la
rigidez de ese calendario casi inamovible.
Pero
a lo que íbamos, a las fotos para primera. Durante años prevaleció
el cometido de los autores centrado en un motivo: plasmar el Teide
nevado desde un ángulo en que hubiera turistas en top-less o
bañistas en las orillas de las playas. La agencia EFE lo tomó como
norma, asumida luego por periódicos locales para darle un sello
propio, más personal o local, mientras el documento gráfico de la
agencia recorría las redacciones de España y de medios extranjeros.
Se trataba de conjuntar o simbolizar los contrastes climáticos:
mientras en muchos países era difícil encontrar estampas de
diversión al aire libre, aquí teníamos la posibilidad de celebrar
la llegada del nuevo año disfrutando de temperatura envidiable y de
la calidez del litoral. La producción no era muy costosa:
desplazamiento del periodista gráfico hasta el lugar donde fuera
posible captar el ángulo apropiado, revelar y ya está. Hasta que la
digitalización también facilitó -y tanto- el proceso. Cuando el
color sustituyó al blanco y negro, poco menos que la cuadratura del
círculo.
Esa
era la foto. La que resolvía la portada del periódico. O parte de
ella. No había duda. La esperaba el redactor-jefe de turno.
Hasta
que la cosa fue cambiando, porque, entre otras cosas, se huía del
tópico o del manido recurso. Es cuando brota el interés por el
primer bebé nacido en determinado ámbito. Hasta que posaba la
criatura con sus padres, o cuando menos, con su madre, del proceso se
encargaba alguien que gestionaba con hospitales o clínicas para que,
por favor, avisasen al medio que ya había predispuesto -se supone-
al fotógrafo y al redactor para estar presente y recabar los datos
correspondientes y hacer una nota humana y simpática. Si todo iba
bien, portada lograda, junto a noticia, suceso, balance o dato
relevante.
Esas
imágenes, como las de los fastuosos fuegos artificiales de las
antípodas o de las grandes capitales; de quienes desafían el frío
en aguas congeladas; de quienes participan en travesías natatorias
en Barcelona o Gijón; de quienes, en Roma, se lanzan desde una
altura considerable al río Tíber; de los ganadores de alguna prueba
atlética relevante se han convertido en una especie de álbum del 1
y del 2 enero.
Ahora,
con la accesibilidad y la inmediatez, los esquema rígidos casi han
desaparecido y estos motivos quedan para la mecánica rutinaria. Eso
sí: tanto para activarla como para plasmar cualquier otro
acontecimiento, el fotógrafo ha de estar allí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario