Los
partidos políticos son muy libres de tomar las decisiones que sea
cuando se trata de designar o elegir a sus candidatos. Algunas
formaciones tuvieron que ceder en su día a la presión de sus bases
para ir instaurando el sistema de primarias, denominación algo
inapropiada pues es más consecuentes hablar de elecciones internas,
sobre todo cuando concurren más de un candidato. En el fondo, se
trataba de democratizar la decisión de modo que el ganador tuviese
un sólido aval orgánico y representara a toda la organización.
Esta, a su vez, cerraba filas, reflejaba la unidad y, teóricamente,
ganaba en respetabilidad y credibilidad. Téoricamente...
Pero,
entre las imperfecciones de los sistemas normativos, la
inexperiencia, la confusión y las zancandillas o el fuego amigo, a
las dichosas primarias terminó cargándolas el diablo, que es tanto
como decir que brotaron con cierta maldición y no terminan de
cuajar. Las informaciones que dimanan suelen estar caracterizadas por
escandaletes, de mayor o menor recorrido, impugnaciones y decisiones
que han de aguardar resoluciones judiciales. Lo lógico sería que,
una vez terminado el proceso, todos a una a apoyar al vencedor. Pero
no es así: se producen heridas que no cicatrizan, rebeliones,
deserciones, descontentos y divisiones internas, quien sabe si con
consecuencias irreversibles.
Lo
dicho: cada partido decide. Y al tratarse de un asunto interno, hay
que respetar. En consecuencia, es de aplicación para el más
reciente de esos casos que revuelven el patio, la sustitución de
Alfonso Alonso por Carlos Iturgáiz como candidato a la presidencia
de Euzkadi por el Partido Popular (PP), por parte de Pablo Casado,
según decisión de su presidente naconal, Pablo Casado, una vez
consumada la entente con Ciudadanos, pactada inter pares y a
espaldas de los dirigentes populares vascos.
Los
hechos se sucedieron casi vertiginosamente desde que Cayetana Álvarez
de Toledo se interpuso en el camino hasta culminar -por ahora- en la
tarde de ayer con la dimisión de Alonso, que anuncia, de paso, su
retirada de la política. Curiosamente, Iturgáiz ya lo había hecho
cuando Casado decidió que ocupase el puesto 17 en la candidatura a
las últimas elecciones europeas. Ahora ha retornado. Ironías
-porque son ironías- de la política.
La
sacudida política es evidente, ya sin escarceos. Nos jugamos mucho,
se escuchó en los discursos del arranque. Otros se preguntan qué
aporta Ciudadanos a esta alianza, en la que el candidato popular
coquetea sin reservas con el partido innombrable porque para eso cree
en la tormenta perfecta, “aunque no lo quieran”, según declaró.
Ya
veremos qué llevan las alforjas del viaje.
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