Lo primero que
se debe decir de María Luis Arozarena Marrero, distinguida la semana pasada por
el Gobierno de la Comunidad Autónoma, con la Medalla de Oro de Canarias, es que
posee un ‘background’ (conjunto de conocimientos y experiencias que constituyen
el bagaje de una persona) descomunal. Que venía a la isla un personaje público
destacado, ya hiciera la cobertura ella misma o la encargara con los debidos
antecedentes que memorizaba y detallaba con fruición. Que había una
convocatoria llamativa que exigía un tratamiento informativo adecuado, la
preparaba convenientemente y advertía tanto de la secuencia horaria como de las
personas de contacto, por si se producía algún inconveniente. Que se
desconocían los enlaces familiares de alguna persona fallecida, ahí estaba ella
para precisarlos. Y si quedaba alguna sombra o dudas por desconocimiento, ella,
en silencio, verificaba. Y se aseguraba. A su lado, hay que reírse de muchos
argumentarios que circulan por esos ámbitos políticos. O en el metaverso.
Desde aquellos
tiempos, ya lejanos, en que coincidimos, casi mesa con mesa, en la sede de
Santa Rosalía, 85, de Diario de Avisos, se le apreciaban dotes de mando, mejor
dicho, de organización y gestión, lo indispensable para tener a su cargo la
sección de un periódico. Parecía orientarse hacia el periodismo deportivo pero
ella escogió el generalista porque podía, porque tenía facultades y aptitudes
para hacerlo. Nada o casi nada del panorama informativo le era ajeno.
Después
coincidimos durante una breve etapa en el Centro Emisor del Atlántico de Radio
Nacional de España, aún dirigido por José Antonio Pardellas, a quien relevó en
el momento de la retirada. Allí descubrimos que esa magia atribuida en plan
tópico era inagotable. Y eso que hacíamos un solo programa mientras ella estaba
en la coordinación de informativos y en lo que hiciera falta. Por algo la
llamaban ‘la jefa’. Cuando accedió a la dirección, pudimos palpar personalmente
el respeto que supo granjearse con los subordinados y cómo era tenido en cuenta
en eso que todos, en alguna ocasión, hemos llamado Madrid, con cuyos prebostes
luchó a brazo partido para las desconexiones y otros menesteres. Mantuvo un
exquisito equilibrio político de modo que nadie le reprochara algún tratamiento
informativo o alguna ausencia en alguna comparecencia informativa. Y afrontó
con éxito una expansión de la señal en todas las islas, el gran impacto de su
gestión. Veinticuatro años, que se dice pronto, catorce como directora.
Cuando le llegó
la hora de la jubilación siguió cumpliendo con las solicitudes de colaboración
de otras emisoras que le llovían, respetando normativas y demás regulaciones de
incompatibilidades. Un testimonio demasiado valioso como para desperdiciarlo. Y
encima, puntual cumplidora, expresión certera de su compromiso y de su
seriedad. Jamás ha concebido asumir una tarea sin que dejara de corresponder.
Un día, unos minutos, una fecha, una sesión, un acto… Ella siempre ha estado
ahí, donde la invitaban.
Por eso
depositamos nuestra confianza para que asumiera la vicepresidencia de la
Asociación de Periodistas de Tenerife (APT), cometido en el que siempre está
predispuesta. Para lo bueno y para lo malo. Licenciada
en Ciencias de la Información (rama Periodismo) por la Universidad Complutense
de Madrid, pertenece a la primera promoción universitaria en estudios de
Periodismo en España. Siempre fue una defensora a ultranza de la igualdad de
oportunidades y mantiene un alto grado de compromiso social.
Arozarena,
en definitiva, ha recibido un oro muy merecido. Seguro que muchos compañeros y
compañeras que conocen de sus cualidades se han alegrado. Ha demostrado que la
constancia es la virtud tras la cual todas las demás proporcionan su fruto.
Nos
congratulamos. Siquiera para seguir disfrutando de su ‘background’-
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