Falleció en La Laguna, ciudad donde residía,
Antonio Soriano Rodríguez, integrante que fuera de aquel mítico Puerto Cruz de
los años sesenta, acuñado –en feliz expresión de Vicente Yanes, el poeta de Las
Dehesas- como “el pequeño Real Madrid”.
Soriano, junto a Germán, Pagés, Del Pino y
Vicente, formó parte de una delantera en la que se combinaba talento y
capacidad rematadora. Fue la de entonces una época dorada la del club portuense
que, impulsada por Roberto Hernández Illada, alcanzó éxitos memorables.
Soriano era acometedor, impulsivo y valiente.
Remataba muy bien con ambas piernas y de cabeza. No rehuía el choque y luego
estaba dotado de un punto de velocidad en distancias cortas que le hizo ganar
muchos duelos. En uno de ellos, en Los Príncipes, de Los Realejos, protagonizó
un lance en el que salió airoso (no sin emplearse con cierta artimaña después
de que su marcador hubiera salido al campo con la exclusiva misión de anularle…
como fuese.
Sus compañeros –y el masajista, Venancio
Rodríguez- le respetaban muchísimo. Influía su condición de maestro, que le
hacía expresarse con notables dotes persuasivas. Palabra de Soriano, decíamos
quienes nos gustaba escucharle en El Peñón o en la plaza del Charco, donde
durante un tiempo siguió la inveterada costumbre de muchísimos portuenses: dar
vueltas al perímetro, hecho que hacía con su padre, don Arturo, quien también
ejerció la docencia en la localidad portuense.
Llegó a ser primer responsable de la antigua
Escuela Normal de Magisterio de la Universidad de La Laguna, ambientes que
frecuentaba salvo cuando asumía los compromisos de entrenar a equipos que
contrataban sus servicios. Además de maestro, era licenciado en Filosofía y
Letras.
Entrenó a varios equipos, entre ellos el
inolvidable Juvenil Taoro, forja de grandes valores del fútbol tinerfeño que se
proyectaron incluso en niveles superioes, como Gerardo Movilla y Manolo
Domínguez. Ese Taoro, al que iban a ver jugar los domingos por la mañana miles
de personas, compitió de tú a tú con el
Juvenil Victoria, mítica formación
capitalina dirigida por Julio Plasencia que tuteó en un par de ocasiones al
Real Madrid de la categoría.
En el fútbol regional también se desenvolvió con
holgura y compartió las alegrías de varios logros deportivos. Aún se recuerda
su paso por el Vera, cuando en el viejo “Salvador Ledesma”, sacó partido a las
reducidas dimensiones de la cancha… y a los balones que caían al barranco.
Trató de que sus hombres movieran el balón… pero el campo se agotaba. Entonces,
impulsaba a los suyos a emplearse con todo el pundonor posible.
Nos parece estar escuchando sus indicaciones
desde el banquillo a Sebastián González Villavicencio (Chany o el Chileno):
-Juegue a su aire Sebastián. Y mire quién queda a
su espalda. Pero juegue a su aire…
Sonrió abiertamente cuando le recordamos la fase
en el curso de un homenaje tributado a Roberto Hernández Illada en el
Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, cuando hubimos de cortarle pues no soltaba
la hebra y aún quedaban un par de intervinientes.
Cubrió, en fin, varias etapas del fútbol
portuense, algunas de ellas, muy destacada. Soriano fue el maestro de profesión
que supo dignificar el fútbol doméstico y de cantera.
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