miércoles, 20 de diciembre de 2023

CINCUENTA AÑOS, NI UNA MÍSERA MENCIÓN

 

Hay omisiones que duelen. A los responsables institucionales y de la política turística se les pasó por alto el cincuenta aniversario de la constitución y puesta en funcionamiento del Patronato Insular de Turismo al que los empresarios y profesionales le dispensan mucho aprecio porque cuando cristalizó la iniciativa, con reducidos recursos presupuestarios, se emplearon con mucho denuedo y emprendieron la inmensa tarea de promocionar la isla en los cada vez más emergentes y numerosos mercados. Con razón, se ha desatado el malestar entre quienes se han sentido relegados.

Se cumplieron cincuenta años de aquellos primeros pasos que daban Andrés ‘Chicho’ Miranda y José Sabaté Forns, presidente y vicepresidente del Cabildo Insular, respectivamente. Era la primera vez que echaba a andar una fórmula administrativa que dejaba espacio a la iniciativa privada para captar la atención de potenciales viajeros. Era una suerte de aventura pues de muchos mercados apenas se tenían unos conocimientos básicos o elementales. La fórmula funcionó durante años. Las campañas se fueron sucediendo con primor, tanto en la península como en países europeos.

Cincuenta años de los que no ha habido, que se sepa, una mísera mención pública de reconocimiento a aquellos pioneros, a los precursores que entendieron bien y pronto el alcance del negocio o de la industria sin chimeneas, que así se denominaba al sector que crecía y crecía en busca de una consolidación que encontró las puertas abiertas con el imparable desarrollo del sur de la isla.

Con la llegada de la democracia y con la revisión de la normativa local de aplicación, además del nuevo modelo institucional autonómico, las administraciones locales fueron avanzando y ensayando las modalidades que, en el ámbito de su competencia, habrían de perfilar su adaptación  y la más ágil respuesta a las exigencias y operatividad de una industria, de hecho convertida en el sostén productivo de la economía insular. Hasta cambiaron las denominaciones de esas nuevas modalidades. La cosa se tecnificó mucho más. Y últimamente, la digitalización obliga a esfuerzos de imaginación y creatividad.

Pero que se sepa que hubo antecesores y pioneros, algunos de los cuales aún están entre nosotros. Que cuando los presupuestos siempre estaban ajustados, había gestores que vivían un día a día intenso y que las negociaciones para alumbrar nuevos yacimientos se hacían sin desmayo. Baste recordar las campañas de las “Ibéricas” en territorio peninsular. El sector público y la iniciativa privada se entendieron muy bien entonces, con sacrificios y apretones recíprocos.

No merecen el olvido pues quienes abrieron caminos y enseñaron cómo y por dónde había que conducirse. El Puerto de la Cruz vivía su esplendor y el sur y los más pequeños núcleos que se abrían al turismo eran conscientes de lo que estaba en juego, sobre todo desde que la competencia y la competitividad ya eran factores indisociables.

Un reconocimiento pues, más que merecido, es de lo más procedente.

 

 

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