domingo, 3 de diciembre de 2023

Concha Velasco, la gran dama de la escena

 

“Ya no soy una chica ye-ye”, era el titular de la entrevista que hicimos en el complejo turístico ‘Costa Martiánez’ y que apareció en el periódico La Tarde, después de una fugaz visita al Puerto de la Cruz. Fue en la década de los setenta del pasado siglo. Ha sido imposible encontrar el recorte entre los innumerables que se acumulan, así que habrá seguir intentándolo en la hemeroteca del inolvidable vespertino, a ver qué respondía la actriz al sempiterno aprendiz de periodista.

Lo cierto es que Concha Velasco –entonces la decíamos Conchita- brillaba y era admirada. Buena parte de culpa la había tenido también su exitosa aparición en la película “Las chicas de la Cruz Roja”, cuya canción tarareábamos, sobre todo en las proximidades de las celebraciones de la festividad de la institución. La comedia había sido dirigida por Rafael J. Salvia y en el reparto de actores figuraba un tal Tony Leblanc, a lo largo de su vida artística, muy ligado a Velasco. Hasta seis títulos más rodaron juntos.

Frente al cine de copla, mal de amores y quejíos, los títulos que protagonizó la actriz desde finales de los cincuenta hasta la transición, a las órdenes de Pedro Lazaga, José Luis Saenz de Heredia, Fernando Palacios o Mariano Ozores, entre otros –y en las que compartió cartel con los grandes rostros de la época, de Alfredo Landa a José Luis López, pasando por el gigante Fernando Fernán Gómez– se ciñeron al género de la comedia ligera y las más de las veces, urbana.

Pedro Vallín ha escrito en La Vanguardia que “Velasco fue el rostro que asfaltó el país y condujo utilitarios, la España que dejó de llorar la malquerencia de un gitano de ojos verdes por caminos carreteros y se puso minifalda. Concha era la Chica ye-yé –canción de Augustó Algueró que aparecía en Historias de la televisión (1965) y que se convirtió en la enseña de la actriz– en el país de María de la O. Lo más parecido que podía permitirse la España polvorienta de aquel entonces a Katharine Hepburn, icono universal de la mujer emancipada”.

Y luego cuajó la admiración con el fenómeno televisivo, aún en blanco y negro. Con la llegada de los setenta y luego, de la democracia, dejó atrás las novias y esposas de las comedia de costumbres y pasó a aceptar papeles dramáticos, en títulos como No encontré rosas para mi madre (1973), Tormento (1974), La colmena (1982) o Esquilache (1989), esta a las órdenes de Josefina Molina, que le habría dado uno de los papeles más importantes de su carrera, el de Teresa de Ávila, en la serie de TVE Teresa de Jesús (1984).

“Velasco –escribe Vallín- siempre conservó la actitud de la jovencita dispuesta a comerse el mundo, la simpatía de una sonrisa imbatible –y unas piernas de locura de las que gustaba de presumir– que también la convirtieron en predilecta maestra de ceremonias de la televisión y le proporcionaron exitazos teatrales que marcaron los años ochenta en España, como Yo me bajo en la próxima, ¿y usted? (1981), de Adolfo Marsillach, que protagonizó junto a su amigo Pepe Sacristán y que ambos llevarían al cine en 1992”.

Concha Velasco era de las actrices que siempre decía algo. Otra faceta suya que acentuó la admiración que despertaba fue la de presentadora televisiva. Apareció en numerosas producciones, desde que debutara en TVE Estudio 1, un programa que emitía obras de teatro, hasta hacerse cargo de Tiempo al Tiempo, en 2001. Después presentaría Cine de barrio, en 2011. También ha participado en series de televisión como Gran Hotel, por la que fue varias veces premiada por su interpretación.

Hoy decimos adiós a la gran dama de la escena. La chica ye-ye que quería ser artista. Inolvidable.

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