Protestas y concentraciones en plazas españolas en plena campaña electoral. Prende la agitación social, fruto del cansancio, del hartazgo, de los vicios políticos. Gente de todas las edades, pero en su mayoría jóvenes que dicen no y que claman por democracia real.
Vale, bien. Hay que respetar y se respeta ese malestar y ese espíritu rebelde que dan pie, por cierto, a múltiples interpretaciones sobre la instrumentalización que se hace de la actitud y sobre los hipotéticos beneficiarios de la situación que ya veremos si se agota ahí o cuaja de alguna forma. (A propósito: que tomen nota quienes han acampado y han hecho sonar sus voces de disconformidad de las reacciones de políticos y medios de la derecha. Tomen nota…).
Se respeta -sin olvidar que hay unas coordenadas en el Estado de derecho en las que hay moverse- pero se recuerda que sus planteamientos o sus demandas no se resuelven el próximo domingo. El 22-M se dilucidan las cuestiones que interesan a todos en la comunidad, en la ciudad o en el pueblo. Algunas de esas cuestiones no admiten dilación.
Y se advierte también que la protesta debe venir acompañada de alternativas que, hasta ahora, no han sido vistas o no han sido suficientemente informadas. Si quieren hablar de revolución social, más o menos silenciosa, si están larvando otro mayo del 68, hace falta más, bastante más.
La campaña de la atonía, pues, se ha visto al final sacudida por estas protestas ciudadanas que han tenido hasta un grado de resistencia a las resoluciones de algunas Juntas Electorales que, por si no lo saben, son la autoridad judicial en estos tiempos.
La actitud de los manifestantes o concentrados es respetable y puede que les asista parte de razón. Es bueno moverse antes que resignarse. Pero, lo dicho: estas cosas se sabe cómo empieza, pero nunca como terminan.
Vale, bien. Hay que respetar y se respeta ese malestar y ese espíritu rebelde que dan pie, por cierto, a múltiples interpretaciones sobre la instrumentalización que se hace de la actitud y sobre los hipotéticos beneficiarios de la situación que ya veremos si se agota ahí o cuaja de alguna forma. (A propósito: que tomen nota quienes han acampado y han hecho sonar sus voces de disconformidad de las reacciones de políticos y medios de la derecha. Tomen nota…).
Se respeta -sin olvidar que hay unas coordenadas en el Estado de derecho en las que hay moverse- pero se recuerda que sus planteamientos o sus demandas no se resuelven el próximo domingo. El 22-M se dilucidan las cuestiones que interesan a todos en la comunidad, en la ciudad o en el pueblo. Algunas de esas cuestiones no admiten dilación.
Y se advierte también que la protesta debe venir acompañada de alternativas que, hasta ahora, no han sido vistas o no han sido suficientemente informadas. Si quieren hablar de revolución social, más o menos silenciosa, si están larvando otro mayo del 68, hace falta más, bastante más.
La campaña de la atonía, pues, se ha visto al final sacudida por estas protestas ciudadanas que han tenido hasta un grado de resistencia a las resoluciones de algunas Juntas Electorales que, por si no lo saben, son la autoridad judicial en estos tiempos.
La actitud de los manifestantes o concentrados es respetable y puede que les asista parte de razón. Es bueno moverse antes que resignarse. Pero, lo dicho: estas cosas se sabe cómo empieza, pero nunca como terminan.
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