martes, 3 de mayo de 2011

INQUIETANTE INSENSIBILIDAD

No es noticia que convocatorias sindicales con motivo del 1º de mayo se salden con magras respuestas, con bajos índices de asistencia que, de inmediato, alegran a los antisindicalistas que se apresuran a destacar el hecho, jaleado, faltaría más, en algunos medios de comunicación cuyas empresas igual no se caracterizan, precisamente, por una ejemplar defensa de sus trabajadores.

La noticia es que no haya convocatorias, como ha ocurrido en el Puerto de la Cruz donde la progresiva destrucción de empleo y la perseverante protesta de empleados públicos -es llamativa su resistencia, desde luego- a cuenta de unos notables recortes en su convenio colectivo han pasado inadvertidos en la conmemoración anual de la festividad del trabajo, la misma a la que quiso sumarse el Partido Popular cuando olfateaba y tocaba poder allá en la segunda mitad de la década de los noventa para luego no acordarse, si es que alguna vez la vio, siquiera de lejos, olvidándose de su papel más cercano al de patrones o prebostes de las clases más pudientes.

Y ese es el problema: que en lugares donde menudean el desempleo y la conflictividad, donde las incertidumbres que penden sobre un determinado sector productivo se acentúen, no haya un ánimo reivindicativo, no haya quien active una concentración o similar para que, al menos, se mantengan en pie algunos valores y no se apague del todo la llama de la legítima lucha por la superación de las desigualdades.

Esa indolencia es preocupante. Se puede entender el conservadurismo, el temor a perder el puesto de trabajo pero, de ahí a no cultivar las esencias o hacer escuchar la voz que permita identificar las esencias de la clase trabajadora, media un abismo, cada vez más hondo.

Por seguir en la ciudad turística: desde la Transición política, el 1º de mayo fue simbólico hasta el punto de que era la localidad escogida para llevar a cabo la principal actividad social de la jornada. Los trabajadores lucían pancartas y banderas y llegaron a organizar caravanas de vehículos que recorrían los municipios del valle hasta culminar en un acto público en el que intervenía algún político o alguna figura destacada. Luego fueron introduciéndose elementos lúdicos o festivos y la conmemoración adquirió otro enfoque: la condición de día feriado y la proximidad de la fecha fundacional de la ciudad influyen lo suyo para que el personal opte por el descanso, la escapada o lo que sea antes de estar presente en alguna convocatoria, ni siquiera en la víspera. Por eso ya ni se escuchan los voladores mañaneros anunciadores de la celebración ni se organizan caravanas ni hay una breve declaración de los partidos de izquierda o progresistas. Apenas unas decenas de militantes y familiares cercanos a la agrupación socialista portuense recuerdan a los fallecidos y ponen flores en los bustos de dos de sus alcaldes. Hay que agradecer, desde luego, que se mantenga esa tradición. ¡Cómo todo se va perdiendo! ¡Cómo se van a rincones de la historia tanta lucha y tantos esfuerzos!

La culpa es de los propios trabajadores, de quienes se han abandonado o se han contagiado de esa indolencia que alcanza el pasotismo más reprobable. Los jóvenes no saben ni quieren saber de estas cosas. Pese a que les afecte en gran medida la dificultad de acceder al mercado laboral.

Esta es la noticia: que una fecha tan simbólica y tan significativa, una fecha que representa lucha y reto, disconformidad y ganas de mejorar lo que no está bien, no se celebre. Inquietante insensibilidad.

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