Los recibirán el próximo lunes: Wolfredo Wildpret de la Torre (Santa Cruz de Tenerife, 1933) y Antonio Tejera Gaspar (Arico, 1946), recogerán sus Premios Canarias 2011 en las respectivas modalidades de Investigación e innovación y Patrimonio Histórico.
Wildpret y Tejera son un lujo para esta tierra, dos críticos permanentes entregados en cuerpo y alma a su trabajo, sensibles con todo lo que signifique el hecho insular, referencia seria y rigurosa cada vez que hablan no ya de sus disciplinas sino de cuanto caracteriza nuestra convivencia, especialmente cuando se contrastan la desidia, los vicios, la indolencia, la banalidad, la incoherencia…
Los dos tienen vínculos con el Puerto de la Cruz, de ahí que glosemos sus galardones en esta habitual entrega de los fines de semana, ceñida a asuntos locales. Con ambos hemos mantenido desde hace años una relación cordial y respetuosa que converge en la admiración que dispensamos a los sabios, sobre todo aquellos que siguen trabajando en silencio y sin desmayo, aquellos cuya sencilla personalidad no se ve alterada por glorias efímeras. Siguen siendo igual de accesibles, buenos conservadores, siguen paseando por plazas y vías portuenses con inevitables aires nostálgicos y con deseos de gozar de los encantos que aún dispensa el cosmopolitismo venido a menos.
Para quienes no sepan de quien hablamos: Wilfredo Wildpret de la Torre es hijo del recordado catedrático de alemán de la desaparecida Escuela de Comercio de Santa Cruz de Tenerife, Luis Wildpret Alvarez que regentaba la farmacia de la plaza Weyler. Durante más de cuarenta años ha desarrollado una labor docente ininterrumpida. La transmisión de conocimientos sobre el medio natural canario y su protección ha sido primordial en su fecunda trayectoria, desarrollada en cuatro facultades y otros centros de la Universidad de La Laguna así como en numerosísimos cursos de extensión universitaria en todas las islas. Wildpret es, pues, una autoridad.
Siempre guardó espacio para el Puerto de la Cruz, el que conoció antes de la explosión turística y el que surgió cuando Europa se recuperaba de la II Guerra Mundial: de las plataneras a los hoteles. Wolfredo habló del ‘Thermal Palace’ y de aquellos rincones de Martiánez donde quedan vivencias de niñez y juventud. Lo hizo con gusto y con el disgusto también de apreciar un crecimiento desordenado y sin control que propiciaba el deterioro de zonas naturales. En el Puerto, donde quedan vínculos familiares, Wolfredo Wildpret de la Torre reactiva su memoria cada vez que nos visita. Se reencuentra con el ayer, se lamenta, claro; pero también reconoce los intentos y los avances registrados a partir de la reinstauración de la democracia en el municipio. Sabía que un festival de cine apellidado de forma tan atrayente no sería suficiente pero estimuló a Paco Afonso para que perseverara en su vertiente más seria.
Amable, serio, atento, sensible… Nada de lo portuense le ha sido indiferente al profesor Wildpret que, en cada reunión, en cada congreso, siempre miró con cariño al Jardín Botánico, el gran recurso insuficientemente explotado. Ojalá culminen las obras de ampliación -en cuyo proyecto volcamos muchos afanes en nuestro paso por la alcaldía- en los próximos cuatro años.
Antonio Tejera, historiador y arqueólogo, licenciando en Filosofía y Letras por la Universidad de La Laguna. Su investigación está orientada hacia el Bronce Final y la presencia fenicia en la Península ibérica, así como en la historia antigua de Canarias, con importantes trabajos sobre los antiguos pobladores de las islas. Es miembro de la Academia Canaria de la Lengua. Ha prologado libros de diferentes autores y ha escrito sustanciosos artículos sobre excavaciones, grabados rupestres, ritos, restos arqueológicos, momias y vestigios.
Antonio, además, es la bondad personificada. Se aprecia cuando deja el departamento, las aulas y sus espacios de investigación para venirse a pasear los fines de semana por un Puerto de la Cruz que se resiste a verse despojado de los jirones de sus esplendor turístico. Cuenta el profesor Tejera, que tiene unas persuasivas dotes de observación, que siempre llamaron su atención las conversaciones de personas nativas con turistas o extranjeros que simplemente piden información. Está al tanto de nuestro costumbrismo, de nuestras tradiciones, mira con respeto el modestísimo museo arqueológico municipal de las calles San Felipe y Lomo, se interesa por la construcción del castillo San Felipe y por las actividades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias. Empieza a ser un portuense de adopción.
El lunes, Día de la Comunidad, Wildpret y Tejera recibirán sus premios Canarias. Pueden hacerlo con orgullo. Y los que hemos tenido el privilegio de conocerles y tratarles sólo tenemos que congratularnos, en la seguridad, además, de que jamás olvidarán el Puerto de la Cruz que conocieron y aún aman.
Wildpret y Tejera son un lujo para esta tierra, dos críticos permanentes entregados en cuerpo y alma a su trabajo, sensibles con todo lo que signifique el hecho insular, referencia seria y rigurosa cada vez que hablan no ya de sus disciplinas sino de cuanto caracteriza nuestra convivencia, especialmente cuando se contrastan la desidia, los vicios, la indolencia, la banalidad, la incoherencia…
Los dos tienen vínculos con el Puerto de la Cruz, de ahí que glosemos sus galardones en esta habitual entrega de los fines de semana, ceñida a asuntos locales. Con ambos hemos mantenido desde hace años una relación cordial y respetuosa que converge en la admiración que dispensamos a los sabios, sobre todo aquellos que siguen trabajando en silencio y sin desmayo, aquellos cuya sencilla personalidad no se ve alterada por glorias efímeras. Siguen siendo igual de accesibles, buenos conservadores, siguen paseando por plazas y vías portuenses con inevitables aires nostálgicos y con deseos de gozar de los encantos que aún dispensa el cosmopolitismo venido a menos.
Para quienes no sepan de quien hablamos: Wilfredo Wildpret de la Torre es hijo del recordado catedrático de alemán de la desaparecida Escuela de Comercio de Santa Cruz de Tenerife, Luis Wildpret Alvarez que regentaba la farmacia de la plaza Weyler. Durante más de cuarenta años ha desarrollado una labor docente ininterrumpida. La transmisión de conocimientos sobre el medio natural canario y su protección ha sido primordial en su fecunda trayectoria, desarrollada en cuatro facultades y otros centros de la Universidad de La Laguna así como en numerosísimos cursos de extensión universitaria en todas las islas. Wildpret es, pues, una autoridad.
Siempre guardó espacio para el Puerto de la Cruz, el que conoció antes de la explosión turística y el que surgió cuando Europa se recuperaba de la II Guerra Mundial: de las plataneras a los hoteles. Wolfredo habló del ‘Thermal Palace’ y de aquellos rincones de Martiánez donde quedan vivencias de niñez y juventud. Lo hizo con gusto y con el disgusto también de apreciar un crecimiento desordenado y sin control que propiciaba el deterioro de zonas naturales. En el Puerto, donde quedan vínculos familiares, Wolfredo Wildpret de la Torre reactiva su memoria cada vez que nos visita. Se reencuentra con el ayer, se lamenta, claro; pero también reconoce los intentos y los avances registrados a partir de la reinstauración de la democracia en el municipio. Sabía que un festival de cine apellidado de forma tan atrayente no sería suficiente pero estimuló a Paco Afonso para que perseverara en su vertiente más seria.
Amable, serio, atento, sensible… Nada de lo portuense le ha sido indiferente al profesor Wildpret que, en cada reunión, en cada congreso, siempre miró con cariño al Jardín Botánico, el gran recurso insuficientemente explotado. Ojalá culminen las obras de ampliación -en cuyo proyecto volcamos muchos afanes en nuestro paso por la alcaldía- en los próximos cuatro años.
Antonio Tejera, historiador y arqueólogo, licenciando en Filosofía y Letras por la Universidad de La Laguna. Su investigación está orientada hacia el Bronce Final y la presencia fenicia en la Península ibérica, así como en la historia antigua de Canarias, con importantes trabajos sobre los antiguos pobladores de las islas. Es miembro de la Academia Canaria de la Lengua. Ha prologado libros de diferentes autores y ha escrito sustanciosos artículos sobre excavaciones, grabados rupestres, ritos, restos arqueológicos, momias y vestigios.
Antonio, además, es la bondad personificada. Se aprecia cuando deja el departamento, las aulas y sus espacios de investigación para venirse a pasear los fines de semana por un Puerto de la Cruz que se resiste a verse despojado de los jirones de sus esplendor turístico. Cuenta el profesor Tejera, que tiene unas persuasivas dotes de observación, que siempre llamaron su atención las conversaciones de personas nativas con turistas o extranjeros que simplemente piden información. Está al tanto de nuestro costumbrismo, de nuestras tradiciones, mira con respeto el modestísimo museo arqueológico municipal de las calles San Felipe y Lomo, se interesa por la construcción del castillo San Felipe y por las actividades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias. Empieza a ser un portuense de adopción.
El lunes, Día de la Comunidad, Wildpret y Tejera recibirán sus premios Canarias. Pueden hacerlo con orgullo. Y los que hemos tenido el privilegio de conocerles y tratarles sólo tenemos que congratularnos, en la seguridad, además, de que jamás olvidarán el Puerto de la Cruz que conocieron y aún aman.
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